Trump está nervioso y preocupado por quedar como un "bocazas". Las cosas no le están saliendo como él quiere, especialmente en el ámbito del comercio internacional de los aranceles. Intenta imponer su voluntad a otros países mediante aranceles imposibles, pero sus tácticas están encontrando resistencia. Si yo fuera Ursula von der Leyen, ni siquiera le respondería: no se puede negociar con alguien que impone condiciones sin espacio para el diálogo.
Ha caído en la trampa de su propio juego de alguien que no tiene ni idea de como funciona hoya día economía internacional. En Europa lo vemos como un bufón.
La administración Trump ha lanzado una exigencia apremiante: quiere que las naciones con las que está negociando presenten sus mejores propuestas antes del martes 4 de junio, en el marco de las negociaciones comerciales multilaterales. Según un borrador enviado en forma de carta a los países involucrados, se les solicita que detallen sus mejores ofertas en áreas clave. Entre ellas, se incluyen:
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Propuestas de reducción o eliminación de aranceles.
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Cuotas para la compra de productos industriales y agrícolas estadounidenses.
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Planes para desmantelar cualquier barrera no arancelaria.
Todo esto con el fin de acelerar las negociaciones y cumplir una fecha límite autoimpuesta por Washington, que vence en apenas cinco semanas (otra envite en este juego de poker). Este enfoque agresivo refleja la impaciencia y el estilo confrontativo de Trump, pero también deja ver cierta desesperación por lograr acuerdos que pueda presentar como "victorias" en su narrativa política.