Ha llegado la globalización para quedarse
En España, y en pocos años, hemos pasado de la tradicional fiesta religiosa de Todos los Santos, celebrada el 1º de noviembre, a adoptar con entusiasmo una fiesta de origen pagano y anglosajón: Halloween. Esta transformación refleja los profundos cambios culturales y sociales que ha experimentado nuestra sociedad en las últimas décadas, especialmente en lo que respecta a la globalización y la influencia de los medios de comunicación.
La festividad de Todos los Santos tenía, y todavía tiene para muchos, un sentido espiritual y familiar. Era —y sigue siendo— un día dedicado al recuerdo de los difuntos, a visitar los cementerios y a rendir homenaje a quienes ya no están. Era una jornada solemne, de recogimiento y respeto, en la que las familias se reunían para mantener viva la memoria de sus seres queridos.
Sin embargo, la llegada del Halloween, impulsada por el cine, las redes sociales y el comercio, ha transformado en parte el significado de estas fechas. Como denominador común tenemos las calabazas perforadas. Hoy, los niños y jóvenes se disfrazan de monstruos, brujas o fantasmas, decoran las casas con calabazas y telarañas, y participan en fiestas que celebran lo lúdico, lo misterioso y lo divertido. Esta nueva versión de la festividad ha ganado popularidad, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que la ven como una oportunidad de ocio y creatividad.
No obstante, este cambio no está exento de debate. Algunos consideran que Halloween representa una pérdida de las tradiciones propias y una excesiva influencia extranjera, mientras que otros defienden que las culturas evolucionan y que no hay nada negativo en incorporar nuevas costumbres si se viven con espíritu festivo y respeto por las raíces.
En definitiva, el paso de Todos los Santos a Halloween en España ilustra la convivencia —y a veces la tensión— entre la tradición y la modernidad, entre lo sagrado y lo profano, entre la memoria y la diversión. Quizás el desafío esté en encontrar un equilibrio que permita mantener viva la esencia del recuerdo, sin renunciar a la alegría y la creatividad que también forman parte de nuestra identidad cultural.
Conclusiones
No hay que tomarlo como algo dramático. Los colegios de párvulos lo fomentan como una forma de distracción, lo cierto es que la víspera por la tarde 31 de octubre los críos disfrazados de muerte, esqueletos y huesos se lo pasan bien y se divierten junto a sus padres. Antiguamente íbamos a misa de difuntos y el 1 al cementerio a buscar un ser querido que ya no está entre los vivos aunque viva eternamente en el Señor.
Ramón Palmeral
Alicante, 1 de noviembre de 2025