Diario político y literario de F.M /T3/6
NO ES UN PAÍS PARA PREMIOS
Que no está el país para presentarlo a un premio, sobre eso
quisiera reflexionar realmente. Pero, todavía alelado de admiración por el éxito
(según la televisión oficial) de la ceremonia de entrega de los Premios
Príncipe de Asturias, y por ser, quizá, la última ocasión que tenga para
hacerlo, ya que en posteriores ediciones pasarán a llamarse Príncesa de
Asturias, voy a glosar este galardón. En las palabras del rey se ha destacado
el vocablo “ética” –se pide más ética a los gestores públicos, más ética en
general en la vida de los caminantes y súbditos de este reino de España. Una
persona junto a mí, en la barra de un bar, me preguntaba, viendo y oyendo las
imágenes televisivas del acontecimiento: “¿qué
eso de ética?, ¿usted lo sabe?”. No pude evitar sonrojarme, pues el
individuo en cuestión no reconoció en mi persona, de primera vista, que yo la tengo y que la enseño: lo de ser
profesor de esta materia tampoco se me debe conocer a la vista. ¿En general
dónde tenemos las personas la ética? ¿Y por qué solo se enseña una hora a la
semana en un curso de 4º de Eso?
Sobre lo segundo, pregunten al ministro Wert y al consejero de Educación Pedro Antonio Sánchez. En respuesta a lo primero, diría que la ética
es invisible, inodora, incluso indolora, insapiente e insostenible en mano,
rostro o cualquier otra parte del cuerpo. Todo lo que sé de ese cuerpo volátil lo
aprendí en un manual de José Luis López Aranguren, llamado, precisamente, Ética. Allí aprendí que moral y ética pueden
ser sinónimos y que hay un sentido del término moral muy utilizado, en
expresiones como “tener la moral alta” o “estar con la moral alta”, es decir,
sentir ganas de vencer las dificultades y ser asertivos –asertividad es una palabra
que se ha puesto de moda luego-. La moral alta es sentirse vital, deportivo,
que diría Ortega y Gasset. En este
sentido, en nuestro país donde más se nos nota la ética es en el deporte, hemos
tenido temporadas mejores, pero en general andamos por ahí con la moral alta.
Pero ética remite siempre a un comportamiento
juzgado por otro, por otros, o por uno mismo. En otras actividades (económicas o de
cualquier otro tipo, incluso en aquel sentido de la palabra moral al que me he
referido) se evalúan los comportamientos no por sí mismos sino por los
resultados. Todas las acciones que
realizamos pasan a verse rápidamente como actividades; dejan para la conciencia
de ser acciones, para ser actividades: todas, excepto la ética. Incluso ésta en
aquel sentido básico, fisiológico, de moral deportiva. Incluso la educación
padece la tentación y el peligro de evaluarse por los resultados y, por tanto,
se olvida la dimensión ética de la educación, se la saca de aquello que se
juzga por sí mismo, en sí mismo, y
nivelada con otros contenidos y actividades evaluables por resultados, se le
concede un lugar menor. En realidad, toda la educación y en particular la ética
solo tienen un fin propio: ampliar nuestra conciencia y, antes, ayudar a
formarla o, cuando menos, avisar de que es necesario usarla . Vean si toco el
tema de la educación y la ética en la educación. Si queremos tener un país
ético, o con un plus ético en estas malandadas circunstancias que vivimos, hemos
de empezar por educar al personal y por darle, en consecuencia, tanta o más
importancia a la ética que a los contenidos y herramientas que nos preparan
para realizar actividades. Fijémonos en la acción misma, en que la “hacemos”
nosotros.
Si a mí me pidieran
dar una lección magistral de Ética leería en público esa letra de la canción de
Frank Sinatra, “My way”.”Tuve una vida
satisfactoria / recorrí todos y cada uno de los caminos…/ Hice lo que debía, /pero
me aseguré que fuera sin privilegios./ Amé, gocé, también sufrí /… ¿qué es un
hombre y qué ha logrado?, / si no es fiel a sí mismo no tiene nada, /decir las
cosas que siente realmente y no las palabras de quien se arrodilla”. Me
emociona el espíritu deportivo de la letra, su vitalismo a la vez que una
expresión clave: sin privilegios. Se juntan ahí moral alta y
ética, los dos sentidos. Tomé todo pero me aseguré de que fuera sin privilegios
(without exemption). En este sentido,
solo puede predicar ética quien dice y hace parejo, quien quiere lo que hace y
hace lo que quiere sin ventajismos, sin prebendas ni privilegios, pues se
recuerda que ha de ser juzgado; gana o pierde con fair play, su éxito nunca es unfair,
injusto, pues no se hace trampas a sí ni las hace a los demás. Buena lección de
ética sería la que diera un político o el mismo rey que renunciara a vivir con
privilegios, honores, premios, y se dispusiera a vivir como cualquier ser
humano. Eso, precisamente, le han recordado al rey Felipe VI los de las
diversas plataformas (desahuciados por las hipotecas, jornaleros, jóvenes en
paro, etc) que se han acercado a Oviedo, a la entrega de los premios Príncipe de
Asturias: cuando Felipe viva con 400 euros al mes, entonces que pronuncie la
palabra ética. Solo le pediríamos que lo pruebe un solo mes, que no sea febrero
y bisiesto.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor
Publicado en: Un día en un dóa AGORA de aArte Gramático