(En esta fotografía vemos cinco tricornios con fundas de lona de verano, a caballo, 1922)
(Arriba.- Guardia Civil dando la novedad al rey Alfonso XIII)
(Abajo.- Guardia Civil en servicio de orden público en Las Huerdes)
(Fotos en la pagina 129 de libro de Carlos Sánchez Tárrago (*)
Notas de Ramón Fernández Palmeral/Alicante
Introducción
He leído diversos artículos y libros sobre el viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes en 1922 y 1930, pero en ninguno de ellos se menciona la escolta real de la Guardia Civil que acompañó al monarca desde Madrid, así como la procedente de la Comandancia de Cáceres, encargada de asistir al rey y a las autoridades durante la visita. Sin embargo, en varias de las fotografías del acontecimiento puede apreciarse claramente la presencia de miembros de esta fuerza del orden.
A pesar de estos olvidos en la mayoría de los estudios y crónicas, conviene destacar la importante labor que desempeñó la Guardia Civil tanto en el ámbito rural como en funciones de escolta real y de protección de personalidades. Su participación en el viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes es un ejemplo más de su compromiso con la seguridad del Estado y con el servicio público.
No debemos olvidar que esta función de protección regia tiene hondas raíces históricas: desde su fundación en 1844, la Guardia Civil por el duque de Ahumada y que fue designada como cuerpo de escolta de la reina Isabel II, consolidando así una tradición de lealtad, disciplina y servicio a la Corona y a la sociedad española que ha perdurado hasta nuestros días en el palacio de al Zarzuela y en la Moncloa.
El viaje del rey Alfonso XIII con el doctor Gregorio Marañón
El 20 de junio de 1922, el rey Alfonso XIII, el doctor Marañón y el resto de su comitiva partieron de Madrid rumbo a la remota región de Las Hurdes. Don Alfonso iba a ser el primer monarca o Jefe de Estado español en acercarse personalmente a conocer la realidad de aquella desamparada región al norte de Cáceres en Extremadura. La expedición estaba formada, entre otros, por Vicente de Piniés Bayona, ministro de Gracia, Justicia y Gobernación; José Sánchez Guerra, presidente del Consejo de Ministros; Luis María de Silva y Carvajal, duque de Miranda y jefe de la Casa Real; Santiago Pérez Argemí, ingeniero de montes y autor de numerosos estudios sobre Las Hurdes; y los doctores Gregorio Marañón y Ricardo Varela. Y para dejar constancia del testimonio de aquella hazaña el periodista José García Moar y el fotógrafo José Demaría López «Campúa». Además, a lo largo del viaje se fueron incorporando también otras personas, entre ellas, Juan Alcalá-Galiano, el conde de la Romilla y diputado de Cortes por el distrito de Hoyos.
La mayor parte del trayecto a través de Las Hurdes fue a caballo, debido a lo abrupto de los senderos. Allí, el rey fue testigo del infierno terrenal en el que vivían los habitantes del lugar. En cierta ocasión, estando profundamente consternado después de haber entrado a una de las chozas en las que una familia convivía con sus animales, llegó a exclamar: “es horroroso, ya no puedo ver más”. Y tal visión no era gran cosa comparada con una de las más horripilantes y trágicas vivencias que Marañón había tenido que soportar en su anterior viaje: en cierta ocasión, había entrado a una choza en cuyo interior se hallaba muerta una familia entera: el padre, la madre, y una hija de dos años, a excepción de otro bebé, de meses, que aún chupaba el seno de su madre muerta.
Mas información enlace a la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón
(*) Otro enlace al libro de Carlos Sánchez Tárrago: Los viajes del rey Alfonso XIII a Las Hurdes 1922 y 1930