ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

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martes, 19 de noviembre de 2019

Eduardo Iglesias Portela el juez que condenó a muerte a José Antonio Primo de Rivera

José Antonio Primo de Rivera y el magistrado Eduardo Iglesias Portal.
José Antonio Primo de Rivera y el magistrado Eduardo Iglesias Portal. BNE / Archivo familiar

Historia Guerra Civil

La desconocida historia del juez que condenó a muerte a Primo de Rivera (y recibió un abrazo suyo)

Una biografía sobre el magistrado Eduardo Iglesias Portal rescata un "hecho insólito" que se registró tras ser sentenciado el fundador de Falange.

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"Estáis salvados". José Antonio Primo de Rivera se dirigió con esas palabras a su hermano Miguel y a su cuñada Margarita Larios nada más ser condenados a reclusión perpetua y a seis años y un día de prisión mayor respectivamente. El fundador de Falange, que actuaba en la vista como letrado defensor debido al permiso que había obtenido del Colegio de Abogados de Alicante, recibió un castigo mucho más definitivo: la pena de muerte como autor de un delito de rebelión. Momentos después, en un gesto ilógico, subió al estrado para abrazar al presidente del tribunal popular, Eduardo Iglesias Portal, encargado de leer la sentencia.
La escena, acontecida ya en la madrugada del 18 de noviembre de 1936 en la sala de audiencias de la Prisión Provincial de Alicante —Primo de Rivera sería fusilado en la mañana del día 20—, la cuenta el investigador Honorio Feito Rodríguez en su libro Iglesias Portal, el juez que condenó a José Antonio (Editorial Actas), sobre la (desconocida) vida del magistrado del Tribunal Supremo, una de las figuras más mediáticas de la Segunda República y que jugó un papel destacado en los juicios por el golpe de Estado de Sanjurjo o el asesinato de Andreu Nin, líder del POUM, ya en plena Guerra Civil.
¿Pero cómo se explica este "hecho insólito" de que el líder de Falange abrazase al hombre que le acababa de condenar al paredón? ¿Acaso eran amigos? Si bien no se ahonda demasiado en la supuesta relación amistosa de ambos personajes, Feito Rodríguez enumera una serie de procesos judiciales en los que ambos se vieron las caras, empezando por el pronunciamiento militar fallido de 1932, en el que Iglesias Portal actuó como juez instructor y José Antonio fue arrestado por las sospechas sobre su posible implicación. Asimismo se enumeran otras actuaciones de 1936 en las que se juzgó al falangista por desacato y publicación clandestina.
El abrazo al magistrado está ausente de las principales biografías de Primo de Rivera, quien tras su ejecución se convertiría en el protomártir del bando sublevado, aunque nunca pareció llevarse especialmente bien con el futuro dictador —"si Franco intentase realizar una restauración o lograse llevarla a cabo, yo volvería a la cárcel", le dijo a Jay Allen, periodista del Chicago Daily Tribune y del News Chronicle, que fue el último en poder visitarlo en su celda el 3 de octubre—. El inverosímil hecho se rescata ahora citando un artículo publicado en 1968 en la revista Teresa por el cineasta José Luis Sáez de Heredia, director de Raza.
Orden de ejecución de José Antonio.
Orden de ejecución de José Antonio.
El primo de José Antonio incluye en ese texto los extractos de una carta fechada en enero de 1955 y firmada por las hijas de Iglesias Portal que estaba dirigida a Miguel Primo de Rivera, por entonces embajador de España en Reino Unido, en la que dicen: "Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que, al terminarse y comunicarle la sentencia, su hermano subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su causa estaba pasando, pues no sé si sabrá que mi padre y él eran buenos amigos". El juez seguía con vida en ese momento, en México, donde estaría exiliado casi veinte años; y Feito Rodríguez escribe: "Entre los descendientes de Iglesias Portal existe la creencia de que la carta fue redactada por el propio magistrado".
Y pudo regresar a España gracias, en parte, a la mediación de Miguel Primo de Rivera. En otra misiva dirigida a Loli Iglesias, una de las hijas del juez, asegura que "me consta que en circunstancias normales y obrando según los dictados de su conciencia, el magistrado don Eduardo Iglesias Portal jamás hubiese sido directamente responsable de una sentencia dictada contra José Antonio, de quien no era enemigo". La tercera persona de la familia del líder falangista presente en el juicio de 1936, Margarita Larios, nunca llegó a mencionar el abrazo, aunque sí que su cuñado y el juez compartieron una conversación de varios minutos.

Procesos clave

El juicio al fundador de Falange es el principal highlight de la carrera de Eduardo Iglesias Portal, y eso que en su currículum se amontonan los eventos más trascendentes de los años 30. Nacido en Luarca (Asturias) en 1884 y doctorado en Derecho en 1906, arrancó su carrera con una sucesión de nombramientos por los juzgados de la zona. "La segunda etapa, que consideramos iniciada con los sucesos de 1924 [los asesinatos de dos funcionarios del tren correo de Andalucía], mantiene también una intensidad, especialmente por su compromiso político con la Segunda República, siendo parte activa en algunos de los casos más sobresalientes del difícil y convulso periódico histórico que fue el régimen republicano nacido en 1931", relata su biógrafo.
Iglesias Portal, en su última etapa de exilio en México.
Iglesias Portal, en su última etapa de exilio en México. Archivo familiar
 
Iglesias Portela, protegido de Álvaro de Albornoz, ministro de Justicia, aterrizaría en el Tribunal Supremo en 1931, muy poco tiempo antes de ser nombrado juez especial para instruir el sumario por el golpe de Sanjurjo en relación a los sucesos ocurridos en Madrid y Alcalá de Henares. Después fue designado para hacerse cargo de la investigación del asesinato de José Calvo Sotelo, líder de la derecha monárquica, aunque la resolución del caso se vio alterada por la sublevación militar del 17-18 de julio.
 
 Convertido Eduardo Iglesias en un juez mediático, ya conocido por los periodistas, fue el encargado por el Tribunal Supremo, con aprobación del Consejo de Ministros, presidido por Casares Quiroga, de instruir el sumario por el asesinato de José Calvo Sotelo (13.VII.1936); el sumario sería robado por un grupo de milicianos doce días después  (25.VII.1936), cuando el juez especial, Iglesias Portal, no se encontraba en la sede oficial de su tribunal en el Supremo, regresando una hora después de los hechos, y enfrentándose con uno de los milicianos que le esperaban.
 
El odio general más odio, solamente el perdón puede mejorar la salud mental de los que odian.
 
Las autoridades republicanas le reservarían otro proceso estrella a Iglesias Portal —como presidente del Tribunal Central de Espionaje y Alta Traición en Barcelona se encargó del juicio contra la cúpula del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) por los sucesos de mayo de 1937— antes de exiliarse a México. El 27 de julio de 1956, el Consejo de Ministros presidido por Franco le brindó el indulto para regresar a España, aunque no lo haría hasta el 12 de marzo de 1959. Pasaría los últimos años de su vida, hasta su muerte a principios de 1969, en su casa familiar de Aguilar de la Frontera, entregado a la lectura y al cultivo de viñas y olivares; quien sabe si recordando ese abrazo con su "amigo" José Antonio.

domingo, 17 de noviembre de 2019

20 de noviembre. Detención y fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Fundador de la Falange

 

 (Placa de José Antonio destrozada en el cementerio de Alicante)

Así fusilaron a José Antonio

La Historia no se debe olvidar, sin odios.











José Antonio Primo de Rivera –a la derecha– y su hermano Miguel en la prisión de Alicante, donde ingresó el 15 de marzo de 1936.
Miguel, hermando de José Antonio, fue  detenido trasladado a Madrid el 1 de mayo, sufrió cautiverio con su hermano José Antonio y otros falangistas. Ambos fueron trasladados el 5 de junio a Alicante, acompañando a su hermano hasta su ejecución. Tras el estallido de la Guerra civil fue juzgado por el delito de rebelión y condenado a treinta años de cárcel. Permaneció incomunicado en prisión hasta comienzos de marzo de 1939,4​ cuando fue canjeado por el capitán Miaja, hijo del general republicano, que se encontraba retenido en el campo de concentración de Miranda de Ebro.5
Arresto
Fue arresto en su domicilio de Madrid por tenencia ilícita de armas, tenía además causa pendiente por sublevación. Primo de Rivera fue encarcelado primero en la Cárcel Modelo de Madrid (el 14 de marzo de 1936), siendo posteriormente trasladado a la cárcel de Alicante el 5 de junio de 1936 y fusilado el 20 de noviembre de 1936, por los republicanos.
José Antonio que está enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos junto a Franco, no va a ser sacado de allí por Pedro Sánchez ni por Carmen Calvo, porque entonces se enteraran millones de españoles de que lo fusilaron por rebelión, los republicanos. Que no eran santos, condenado a muerte por el juez Portela, que después hubo de huir a México. No interesa más NODO, cuabla patata caliente se te puede hacer a tus ascuas. Ni hablar del bombardeo republicano de Cabra.







Casi ocho décadas después, José María Zavala describe cómo fue el momento del fusilamiento de José Antonio el 20 de noviembre de 1936
El fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante [hoy convertida en Residencia de Estudiante en la avda. de Orihuela], la mañana del viernes 20 de noviembre de 1936, fue uno de los episodios más deleznables de la reciente historia de España; de no haberse producido, sin duda el rumbo de la misma hubiera sido otro. Reconstruir lo que allí sucedió, casi ochenta años después, ha requerido una labor titánica de investigación durante casi cuatro largos años. Gracias al hallazgo de los «expedientes perdidos» de los principales protagonistas de su muerte (los miembros del pelotón republicano de ejecución, el director de la cárcel y el auditor del Ministerio de la Guerra que denegó el indulto al líder de Falange Española presionado por el socialista Largo Caballero) estamos en condiciones de recrear ahora con relatos de testigos presenciales la carnicería perpetrada en aquel maldito patio número 5, el de la Enfermería. Felipe Ximénez de Sandoval, biógrafo de José Antonio, aludió en su día con toda honestidad y rigor a este peliagudo asunto: «Ya no sabemos más. Ya todo son noticias vagas...».
Pero ahora, insistimos, parapetados en un arsenal de documentos inéditos recopilados durante las últimas horas de José Antonio, considerado por el hispanista Stanley G. Payne como «el estudio más completo sobre el proceso y la ejecución de José Antonio, que constituye una aportación fundamental e indispensable» para el conocimiento de su egregia figura, sabemos por fin lo que allí sucedió. Disponemos así, en primer lugar, de un documento desconocido de gran valor: la relación de funcionarios de prisiones que estuvieron de guardia aquel día en la cárcel provincial.
Hela aquí: «Don Fernando Abadía García: Oficial de Régimen, Diligencias y Dirección; Don Trinidad Muñoz Andrés: Oficial de Economato, Gabinete y Administración; Don Telesforo Llovel Morató: Oficial de Interior, Limpieza, Sótanos y Enfermería; Don Enrique Maciá Bermejo: Oficial auxiliar de Interior y Comunicaciones; Don Enrique Alijo Longay: Oficial de Rastrillos; Don Germán Quereda Torregrosa: Oficial del Patio de Lavandería y Cuarta Galería; Don Miguel García Jiménez: Oficial del Patio de Lavaderos y Primera Galería; Don Antonio Flores Guillén: Oficial de Provisional y Patio del mismo; Don Juan José Menor Calatayud: Oficial de Provisional de 08.30 a 12.30 y de 14.30 a 18.30 horas; Don Manuel Lledó Brotóns: Auxiliar General de 08.30 a 12.30 y de 14.30 a 18.30 horas».
«Confusión» con los disparos
¿Acaso no resulta llamativo que todos y cada uno de los guardias declarasen no haber visto nada aquel día? ¿Obedecía tal vez su ceguera a que alguien les puso a la fuerza una venda en los ojos? Sólo el testigo Trinidad Muñoz Andrés, de 38 años, casado y natural de Toledo, aportó un dato a mi juicio relevante: «Ignoro –declaró al juez– quiénes fueron los que dispararon contra las cinco víctimas, aunque allí dentro había milicianos de la CNT y comunistas, y había llegado un piquete de asalto. Pero dada la confusión que existía es de sospechar que todos fuesen los que disparasen». «Confusión», pocas veces una sola palabra significó tanto. En su primera y extensa declaración efectuada en la Jefatura de Policía de Baza (Granada) tras su detención, el 13 de abril de 1939, el miliciano Guillermo Toscano que dio el tiro de gracia a José Antonio aludió también al desconcierto, seguido del revuelo armado en el patio de la prisión aquella madrugada. De su declaración, inédita y esclarecedora también, nos interesa ahora este pasaje: «Al llegar al patio –manifestó Toscano–, me sorprendí al ver en el mismo y ya antes en el pelotón de fusilamientos a otros tres que no sabía quiénes eran, supongo que de otra cárcel. (...) En el patio, además de la fuerza que estaba en fila de ejecución, había como espectadores hasta un número aproximado de cuarenta personas. (...) Seguidamente se dirigió José Antonio al lugar donde estaban los otros tres y yo mismo, a la fila encargada de la ejecución. No hubo voz de mando para hacer las descargas, las cuales se efectuaron a capricho, en número de cinco o seis, y al pronunciar los gritos de “¡Viva España!” y “¡Arriba España!” por parte de José Antonio. Una vez en el suelo, yo, como llevaba pistola, fui el encargado de darle el tiro de gracia a todos ellos. Después de dicho acto, en todos los asistentes se manifestó la consiguiente algaraza [algarada] en los comentarios».
De ser cierto además lo declarado por Trinidad Muñoz, es indudable que reinaba la más absoluta confusión y anarquía en el patio de la cárcel. ¿Se imagina el lector la escabechina que aquella cadena de improvisaciones representó para los cuerpos indefensos de José Antonio y de los llamados «cuatro mártires de Novelda» fusilados junto a él (Ezequiel Mira Iñesta, Luis Segura Baus, Vicente Muñoz Navarro y Luis López López), considerando que el pelotón o los pelotones de fusilamiento, si es que al final fueron dos como aseguraba Miguel Primo de Rivera, se compusieron en total de catorce individuos entre milicianos anarquistas, soldados comunistas del Quinto Regimiento y guardias de Asalto?
En el expediente de Toscano se hace constar lo siguiente, el 6 de junio de 1939: «Formó parte [Toscano] del pelotón de asesinos de José Antonio, integrado por José Pantoja, Luis Serrat Martínez, José Pereda Pereda, Andrés Gallego Pozo y Francisco [Manuel] Beltrán. (...) La orden de formar el pelotón la dio Ramón Llopis, de la Comisión de Orden Público, y se integró por los citados, más un sargento y tres soldados del Quinto Regimiento de Milicias y cuatro Policías».
Catorce fusileros en total. Si se efectuaron hasta seis descargas, como recordaba Toscano, resultaría entonces que las cinco víctimas fueron acribilladas con más de ochenta disparos, recibiendo cada una alrededor de dieciséis impactos. Aterrador. Aunque el fuego de los mosquetones se concentró en José Antonio, como enseguida veremos.
En su primera declaración indagatoria ante la Policía, el 2 de noviembre de 1939, el sargento Juan José González Vázquez, encargado de mandar el pelotón de ejecución, dijo algo tan revelador como esto: «Los que formaron el pelotón colocaron a sus víctimas a una distancia de unos tres metros. Nadie dio la voz de fuego... A José Antonio le situaron en la esquina de la pared, quedando a su izquierda los otros tres [cuatro] jóvenes que murieron con él, disparando el pelotón sobre ellos unos cuarenta o sesenta disparos». Adviértase cómo el testigo subrayó que el pelotón efectuó «cuarenta o sesenta disparos» a tan sólo «tres metros» de distancia de las víctimas.
Hablan los forenses
Estremece sólo pensar en el tremendo impacto de las ráfagas de disparos a tan escasa separación de aquellos cuerpos, cuando el alcance eficaz del Mauser modelo Oviedo 1916 como el que emplearon aquel día los fusileros era de 2.000 metros nada menos. González Vázquez confirmaba, al igual que Toscano, que no hubo orden de abrir fuego, dando a entender también que se congregó un gran gentío en el patio de la cárcel entre espectadores y curiosos. Debió ser terrible. Tanto, que ni siquiera el director de la prisión, Adolfo Crespo Orrios, facilitó un solo detalle reseñable del fusilamiento al juez en su declaración del 17 de abril de 1939. Y qué decir de los dos médicos forenses destinados aquel día en la cárcel de Alicante: en lugar de presenciar el fusilamiento, como era su obligación, ninguno de los dos lo hizo. ¿Qué motivos alegaba el primero de ellos, José Aznar Esteruelas, de 56 años, casado y natural de Zaragoza, el 3 de mayo de 1940 cuando declaró ante el juez?
Sus palabras no tienen desperdicio: «Me tocó por turno, como médico forense, asistir al fusilamiento de José Antonio y de los otros ‘‘cuatro mártires de Novelda’’, fusilamiento que no presencié pues esperé en uno de los pasillos de la cárcel provincial a que se llevase a cabo, para después certificar la muerte... Puedo manifestar que a uno de los otros cuatro fusilados le tuvieron que disparar dos tiros de gracia, pues parece ser que principalmente en el momento de la ejecución se cuidaron de apuntar a José Antonio y descuidaron a los demás».
Más reveladora aún, si cabe, era la versión del segundo forense, Manuel Hurtado Martínez, de 65 años, casado y natural de Murcia, quien, pese a no ser ya un novato en la materia, casi se murió de miedo: «Como médico de la Beneficencia Municipal, concurrí al fusilamiento de José Antonio y de los ‘‘mártires de Novelda’’, acto que no presencié, pues me escondí tras un recodo para no verlo».
Ahora también sabemos que ninguno de los dos médicos realizó el preceptivo informe de autopsia a los cinco cadáveres. La horrible muerte de José Antonio tampoco fue inscrita como exigía la Ley. El certificado de defunción tuvo que ser expedido en Alicante, el 5 de julio de 1940, por orden del Juzgado de Primera Instancia número 2, en presencia del juez municipal Federico Capdepón Icabalceta y del secretario del Distrito del Norte, Rafael Martínez Bernabéu.
El acta de la defunción se encuentra depositada en el Registro Civil, sección de Defunciones, al folio 313 del tomo 19.
¿Guardaban acaso alguna relación aquellas irregulares omisiones con la pavorosa escena que presenció el empresario uruguayo Joaquín Martínez Arboleya en el patio de la prisión, evidenciando que alguien pudo ocuparse de eliminar cualquier vestigio de la matanza? El testigo ocular rompió su silencio años después, proclamando: «Se quebró su cuerpo [el de José Antonio], cayendo doblado, empapadas en sangre sus rodillas. La chusma allí reunida gritó obscenidades».

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La detención de José Antonio Primo de Rivera 
  Fue detenido en 1932 bajo la sospecha de haber colaborado con la sublevación organizada por el general Sanjurjo, hecho que él siempre negó, para, finalmente, salir de la cárcel sin cargos. En 1933, en pleno auge de los movimientos fascista en Italia y nazi en Alemania, colabora en la salida de la revista El Fascio publicando un artículo titulado «Orientaciones hacia un nuevo Estado», un ataque al liberalismo político que comienza así: «El Estado liberal no cree en nada, ni siquiera en sí mismo. El Estado liberal permite que todo se ponga en duda, incluso la conveniencia de que él mismo exista»; y en el que también se puede leer: «La libertad no puede vivir sin el amparo de un principio fuerte, permanente. Cuando los principios cambian con los vaivenes de la opinión, solo hay libertad para los acordes con la mayoría. Las minorías están llamadas a sufrir y callar». 5
Podríamos decir que nuestro personaje inició su vida política en las filas de la derecha monárquica reaccionaria y contrarrevolucionaria —en la Unión Monárquica Nacional— que agrupaba a muchos de los hombres de la que había sido el régimen de su padre, la dictadura de Primo de Rivera. Una derecha reaccionaria y contrarrevolucionaria que en términos generales le acompañaría y arroparía en su proceso de fascistización hasta la fundación misma de Falange Española en octubre de 1933 y los primeros pasos de la formación.

Conspiraciones contra la II República Española

Jose Antonio estaba en contra de la II República Española (socialista comunista) y la destitucion de la monarquía. En agosto de 1932 fracasó el primer intento de derrocar la República. Desde entonces subyacían dos corrientes insurreccionales en la derecha: Una de carácter civil alentada principalmente por los partidos Renovación Española y Comunión Tradicionalista, con apoyos dentro del ejército, que pretendía la restauración de la monarquía. Y otra, más puramente militar que pretendía, mediante un golpe militar, restaurar el orden social supuestamente deteriorado con la promulgación de la República.​ A estas tramas, en 1934 vendría a sumarse Falange Española que nace con un carácter marcadamente insurreccional.j​ Pero a diferencia de estas tramas que veían la posibilidad de un gobierno fuerte como el medio para restablecer el orden perdido, Falange Española ve en ese gobierno fuerte un fin en sí mismo, propone un orden nuevo de carácter totalitario.
Primo de Rivera aspiraba a que la Falange fuese el motor de la insurrección.​ En varias ocasiones, mantuvo contactos con militares para que apoyaran una insurrección dirigida por la Falange. En el informe secreto sobre la situación política española que José Antonio Primo de Rivera redactó e hizo llegar al gobierno italiano en el verano de 1935, se lamentaba de que en el momento en el que se produjo la revolución de Asturias de octubre de 1934, Falange no dispusiera de fuerzas suficientes para haber respondido con una contrarrevolución; y, sobrevalorando la capacidad de Falange, informaba que "si los acontecimiento se precipitasen, la Falange podría tal vez intentar pronto la conquista del poder, por muy inverosímil que ello suene ahora"; que de darse unas circunstancias parecidas, estaba preparada para iniciar la sublevación. En todo caso, "por el momento, la tarea de los organizadores de la Falange es trabajar sin descanso por fortalecer todos los órganos: será en el mes de octubre cuando se pueda hablar de un plan integral y calcular los elementos de los que se deba disponer para cumplirlo".​
A finales de 1934 o principios de 1935, Primo de Rivera redactó la composición del posible gobierno que saldría de la insurrección. Formado principalmente por falangistas, también figuraban Franco, Mola y Serrano Suñer como ministros de la Defensa Nacional, Gobernación y Justicia respectivamente. Primo de Rivera se autonombraría jefe de aquel gobierno. En 1935 elaboró varios planes. En junio, la cúpula falangista se reunió con los jefes territoriales en el parador de Gredos para preparar una insurrección que tendría su origen en Fuentes de Oñoro, pueblo de la provincia de Salamanca, cercano a la frontera de Portugal para posibilitar la incorporación del general Sanjurjo (por entonces exiliado en Portugal) y, también, facilitar la huida en caso de fracaso.16​ Y en noviembre, otro plan preveía que la insurrección comenzaría en Toledo, con la colaboración del coronel Moscardó. Ninguno de estos planes encontró los apoyos suficientes. Más adelante, recurriría directamente a Franco, entonces jefe del Estado Mayor, para que apoyara una insurrección. Franco se limitó a desviar la conversación.17
Con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, las tramas para derrocar a la República se fortalecieron. Durante varios días el país vivió el riesgo de una intervención castrense para anular los comicios.A partir de entonces se sucedieron las reuniones de generales para propiciar un pronunciamiento. El 8 de marzo, en una de esas reuniones celebrada en el domicilio de un miembro de la CEDA, se concretó un plan para dar un golpe de Estado el 20 de abril del que saldría una junta militar presidida por el general Sanjurjo, todavía en el exilio.l​ Las tramas insurreccionales iban confluyendo y la Falange era ignorada, quedando al margen de ellas.
El 14 de marzo, Primo de Rivera ingresó preso en la cárcel Modelo de Madrid por posesión ilícita de armas y posteriormente, el 5 de junio, fue trasladado a la cárcel de Alicante. Desde la cárcel, favorecido por un relajado régimen de visitas, dirigió a la Falange tratando de llevar la iniciativa en la insurrección. A finales de abril redactó una carta dirigida a los oficiales del ejército que se distribuyó el 4 de mayo. En ella se hacía un llamamiento a la sublevación:
España puede dejar de existir. Sencillamente: si por una adhesión a lo formulario del deber permanecéis neutrales en el pugilato de estas horas, podréis encontraros de la noche a la mañana con que lo sustantivo, lo permanente de España que servíais, ha desaparecido. [...] Cuando lo permanente mismo peligra, ya no tenéis derecho a ser neutrales. Entonces ha sonado la hora en que vuestras armas tienen que entrar en juego para poner a salvo los valores fundamentales, sin los que es vano simulacro la disciplina. Y siempre ha sido así: la última partida es siempre la partida de las armas. A última hora —ha dicho Spengler—, siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización.
Carta a los militares de España.​
A partir de mayo de 1936, mantuvo correspondencia con el general Mola.​ En una carta que Primo de Rivera le hizo llegar a Pamplona, no le prestaba su apoyo total y hablaba de condiciones, ofertándole 4000 falangistas disponibles desde el primer día del alzamiento.​ La conspiración seguía su marcha y Primo de Rivera no lograba que Falange fuese su movimiento político inspirador. Los militares estaban también en contacto con los monárquicos, los cedistas y los carlistas; y desde el Bloque Nacional, Calvo Sotelo parecía querer arrebatar a Falange el marchamo de fascista.m​ El 24 de junio envía una circular a todas las Jefaturas Territoriales para que no se sumen a proyectos en los que la Falange no es considerada «como un cuerpo total de doctrina, ni como una fuerza en camino de asumir por entero la dirección del Estado» sino que la consideran como un mero «elemento auxiliar de choque».2223
Sólo cinco días después, el 29 de junio, Primo de Rivera envió nuevas circulares, ahora sí, apoyando la insurrección. Una, destinada a la primera línea de Madrid, hacía un llamamiento al adiestramiento para estar preparados ante el instante decisivo: «Vuestro entusiasmo prefiere el combate a la preparación; pero lo que se acerca es demasiado grande para que lo arrostremos sin prepararlo».24​ Y otra, destinada a La Jefaturas Territoriales, para que se pongan a disposición de los mandos militares en la sublevación. «Cada jefe territorial se entenderá exclusivamente con el jefe superior del movimiento militar en el territorio o provincia», interviniendo los falangistas en sus propias unidades con sus propios jefes y sus propios uniformes.25​ A juicio de Gil-Robles, este cambio pudo estar relacionado con el viaje del carlista Rodezno a Alicante o deberse a una conversación de su hermano Fernando (su enlace con los conspiradores) con el general Mola, donde, este último, se mostró enfadado por el tono de la anterior circular del día 24.26
El 13 de julio mandó otra carta a Mola en la que le pedía acelerar la sublevación. «Tiene el carácter de apelación suprema. Estoy convencido de que cada minuto de inacción se traduce en una apreciable ventaja para el Gobierno». Ésta se cruzó con la comunicación que le envió Mola, por medio de un oficial, informándole del día del alzamiento. José Antonio Primo de Rivera, el 17 de julio, redactó un manifiesto en el que expresaba la participación sin reservas de la Falange en la rebelión.27
Un grupo de españoles, soldados unos y otros hombres civiles, no quieren asistir a la total disolución de la Patria. Se alza hoy contra el Gobierno traidor, inepto, cruel e injusto que la conduce a la ruina. […] Trabajadores, labradores, intelectuales, soldados, marinos, guardianes de la patria: sacudid la resignación ante el cuadro de su hundimiento y venid con nosotros por España una, grande y libre. ¡Que Dios nos ayude! ¡Arriba España!
José Antonio Primo de Rivera. 17 de julio de 1936.28

La Falange y su actividad política

A Franco la muerte de José Antonio le “vino al pelo”.
Según este historiador Francisco Franco no hizo todo lo que pudo para salvar la vida de José Antonio.
Franco era muy pragmático y no quería enfadar a los falangistas. De manera que “hizo que hacía”, vamos que puso algunos medios a disposición de la Falange para intentar operaciones de rescate de José Antonio en la cárcel de Alicante en las primeras semanas de la guerra. Pero parece que acabó retirando su respaldo a una misión que tenía muchos inconvenientes.
Franco silenció la muerte de José Antonio hasta el 20 de noviembre de 1938, fecha en la que confirmó por radio su fusilamiento. En la zona nacional se hablaba de “el Ausente” para referirse a José Antonio.
La figura del mártir a Franco le resultaba quizá más útil y menos incómoda que la del líder político.
Mientras Primo de Rivera permaneciera vivo pero «ausente», los líderes de Falange no intentarían dotarse de un nuevo líder.
Rafael García Serrano afirma que hubo falangistas que se hicieron matar en el frente cuando se enteraron de la noticia.
La muerte de José Antono supuso la desaparición  de uno de los dirigentes políticos más carismáticos del autodenominado “bando nacional”, aunque en realidad era el “bando rebelde” que traicionó a la República a pesar de haber jurado su bandera.

El asesinato de José Antonio (pinchar y leer)


 "Dada su condición de víctima, concluimos moverlo a uno de los laterales", saluda Francisco Ferrándiz, antropólogo social del CSIC y miembro de aquella comisión. "Sacando a Franco no se soluciona el problema. Tanto uno como otro generan procesiones", reseña. Este especialista en exhumaciones relacionadas con la Memoria Histórica expone así la línea de actuación que fijaron los expertos de Zapatero: "Se trata de desmantelar la jerarquía funeraria franquista. Para ello es necesario mover a Franco, pero también reubicar a Primo de Rivera. El trabajo no estará acabado hasta que no se resignifique todo el Valle".


Traslado desde Alicante al Valle de los Caídos 


La comitiva de falangistas que trasladó a Primo de Rivera desde Alicante a El Escorial.
La comitiva de falangistas que trasladó a Primo de Rivera desde Alicante a El Escorial.
Fue enterrado en la basílica de El Escorial, cerca de la cripta de los reyes. A finales de marzo de 1959, con el Valle de los Caídos a punto de caramelo, Franco ordenó su traslado. Aunque se llevaron mal en vida y el dictador fue muy celoso del prestigio social que Primo de Rivera logró entre los partidarios del golpe, lo utilizó como mártir y pan de circo. Reclamo de peregrinación. De ahí que el hispanista Stanley G. Payne apuntara sobre el patrón de Falange: "Fue objeto del más extraordinario culto al mártir de toda la Europa contemporánea".