El desempleo juvenil ha llevada a tal
situación que es insostenible, por ello aumentan los populismo, los radicales y
los descontentos. A esta situación nos han llevado los gobiernos de Luis Zapatero
y Mariano Rajoy, por llevar acabo los recortes que imponía Bruselas y el
déficit público. Se sabía que se atendía a esta directivas de la Eurozona el
para juvenil aumentaría. Como así ha sucedido. La oligarquía de las empresas
del IBEX 35, no han dado empleo, al contrario los Bancos han despedido a muchos
empleados, para profesores no se anuncian vacantes ni oposiciones. Las
petroleras tienes el grifo del empleo cerrado no contratando gasolineros, con
al autoservicio se conforma. Los hoteles no contratan a suficiente personal o
camareros para sus negocios de restaurantes al convertirlos en autoservicios.
Todos los males de una empresa parece que pasan por el personal. Correos no
contrata a suficientes carteros.
La política del BCE era la de bajar los
sueldos para parecernos a China. Ahora parece que se han dado cuenta que sin no
hay empleos e ingresos no hay consumo, y si no se consume no hay
producción. Los millonarios no consumen, consumen las clases medias.
Los gobiernos han de hacer políticas
favoreciendo el empleo juvenil, desde emprendedores, autónomos, funcionarios,
educadores, policías, guardia civil o ejército
Si este tema del desempleo juvenil continúa
se van a encontrar en el futuro que van a ganar los populistas, marxistas, radicales
y demás comunistas, porque es lógico el reparto de la poca riqueza que nos
queda.
Hemos dado estudios universitarios a
nuestros hijos para que se queden con los títulos bajo el brazo en casa, o
tenga que emigrar al extranjero, donde dentro de Europa parece que no afecta
tanto la crisis. ¿Cuáles son nuestros problemas? Hay poner soluciones ya. Y ya para terminar de qué sirve una
socialdemocracia si no se reparte la riqueza y luego los sindicatos están más
callados que nunca.
.......................
La falta de empleo trae estas radicalizaciones.
La
Complutense (UCM) es la más conflictiva en este sentido. Y durante el
mandato de sus dos anteriores máximos responsables, Carlos Berzosa y
José Carrillo, estos grupos gozaron de una más que evidente complacencia
(cuando no complicidad) de las autoridades académicas.
Pueden
dividirse en dos facciones: los antifascistas (más numerosos y activos) y
los anarquistas. Dentro de estos últimos está la Federación de
Estudiantil Libertaria (FEL), que tiene implantación tanto en la UCM
como en la Autónoma, los dos centros más conflictivos. La FEL se define a
sí misma como una «organización que busca difundir las ideas del
anarquismo», según la Policía. Otro colectivo similar son las Juventudes
Libertarias, que también han participado en manifestaciones violentas
en la Ciudad Universitaria.
Los expertos en estos ultras no dudan en calificar a los anarquistas como los más violentos,
por su mayor capacidad logística y sus lazos con grupos
insurreccionalistas de Grecia e Italia; aunque sus facciones
universitarias tienen menos peligrosidad.
.....................
Pero el colectivo más numeroso es Contrapoder, que se mueve en Políticas y Sociología del campus de Somosaguas.
A él pertenecían Íñigo Errejón y su por entonces pareja, Rita Maestre,
actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid. Ella encabezó el asalto a la
capilla y se desnudó ante el altar, por lo que está condenada. También
su profesor Pablo Iglesias reventó una conferencia de la expresidenta de
UPyD, Rosa Díez. Más reciente es el sacrilegio al oratorio de la
Autónoma, con pintadas simulando sangre a favor del aborto libre.
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Jesús Sainz es Secretario General del Círculo de Empresarios
La tasa de
paro juvenil en
España alcanza el 54,4%, la segunda tasa más elevada de la
UE-28, después de
Grecia.
Afecta a casi un millón de jóvenes entre 16 y 24 años, de los cuales
casi un 50% llevan más de un año desempleados y un 60% no ha completado
la
educación secundaria. Esta dramática realidad exige
más acción y nuevas reformas. No hacerlo supondrá graves consecuencias
para nuestra sociedad, nuestra economía y particularmente para cada uno
de los jóvenes que se encuentran en esta situación. La falta de trabajo
de nuestros jóvenes se traduce no solo en la pérdida de lo invertido en
su formación, sino que renunciamos a su potencial, su motivación y sus
nuevas ideas o planteamientos. Además, la emigración de 218.000 jóvenes
entre 2009 y 2013 reduce el potencial de crecimiento económico de
España, si no logramos que regresen.
Las causas que explican el elevado paro juvenil de España responden a nuestro modelo productivo, a la regulación del
mercado laboral y al diseño del
sistema educativo.
En primer lugar, la
crisis del sector de la construcción ha dejado en la calle a un gran número de jóvenes, que durante la
burbuja inmobiliaria
abandonaron sus estudios, atraídos por unos salarios equiparables al de
otras profesiones que exigen mayor nivel de formación. A este hecho,
propio de la economía española, hay que unir la
competencia desencadenada por los
países emergentes que ha obligado a muchas empresas a trasladar su producción a estos países.
En segundo lugar, la regulación laboral ha propiciado la dualidad de
nuestro mercado laboral, al que normalmente, nuestros jóvenes han
accedido y mantenido encadenando contratos temporales. Esta
temporalidad reduce sus
expectativas de futuro y
estabilidad en situación de crisis económica. En España un 40% de los jóvenes no encuentran un
contrato de trabajo indefinido tras dos años, frente al 25% de Francia y el 10% de Alemania.
Y por último, nuestro sistema educativo se caracteriza por la polarización y escasa
experiencia laboral adquirida por nuestros jóvenes durante su
formación. En España son muy pocos los jóvenes que combinan trabajo y estudio, o que trabajan durante las
vacaciones escolares,
y que pueden optar por una formación profesional dual por su escasa
presencia. En nuestro país solo un 32% de los jóvenes se decantan por la
formación profesional (de los que un 57% del total reciben formación
dual), mientras en Alemania y
Suiza la formación
profesional (siempre de carácter dual) es elegida por más del 60% de los
jóvenes. Por tanto, actualmente, nuestro sistema educativo no responde
a las necesidades del mercado de trabajo, que demandará un 50% de
titulados con estudios medios en
2020.
El mundo empresarial no es ajeno e insensible a esta realidad. Así lo han mostrado, recientemente, en
El Barómetro de los Círculos (
www.circulodeempresarios.org), elaborado en colaboración con el
Círculo de Economía y el
Círculo de Empresarios Vascos, en el que más de 150 directivos encuestados han destacado entres sus grandes preocupaciones para consolidar la
recuperación
e impulsar el crecimiento económico, la situación del desempleo en
España, y en especial del paro juvenil. De ahí, y como lo hemos
manifestado anteriormente, nuestro país requiere de nuevas reformas
educativas, laborales y fiscales que impulsen la creación de empleo
juvenil de calidad y estable, entre las que destacamos las siguientes:
- Impulsar una educación emprendedora en todos los niveles
educativos e implantar programas de emprendimiento juvenil
público-privados como ya se hace, por ejemplo, en Canadá, Alemania y Bélgica.
-
- Fomentar las prácticas laborales antes de alcanzar niveles de formación superior, práctica habitual en los países nórdicos, Reino Unido y Alemania.
-
- Desarrollar la formación profesional dual, donde las empresas
deben tener una actitud más proactiva. Para ello, es vital impulsar el
crecimiento del tamaño medio de nuestras empresas.
-
- Reformar las políticas activas de empleo, una asignatura pendiente. Éstas deben exigir el cumplimiento del compromiso de actividad y fomentar la reincorporación
de los parados mediante formación inmediata en colaboración con las
empresas, como ocurre en Alemania y Dinamarca, donde existen programas
de orientación y formación con actividades a realizar por los jóvenes
desempleados.
-
- Transferir a las empresas más competencias en la gestión y financiación efectiva de la formación para el empleo, rompiendo el monopolio actual de los agentes sociales.
-
- Fomentar la empleabilidad de los jóvenes mediante contratos
incentivados y la creación de un salario mínimo interprofesional
específico vinculado a la formación. Estas medidas existen en Australia, Holanda y Reino Unido, donde el salario mínimo está escalado hasta los 21 años.
Si no nos resignamos y actuamos, evitaremos una generación perdida.
.................
El desempleo juvenil en España es un fenómeno persistente que se ha
agravado durante la crisis actual, alcanzando una magnitud tal (46,1% en
2T11) que la toma de medidas para atenuarlo no puede ser pospuesta por
más tiempo.
Las causas del desempleo juvenil hay que buscarlas en deficiencias tanto del sistema educativo como del mercado de trabajo.
Entre
las primeras destacan el abandono escolar temprano y el desajuste entre
la oferta y la demanda de trabajo por nivel educativo.
Entre las segundas sobresalen la elevada segmentación y la escasa efectividad de las políticas activas de empleo (PAE).
Para atenuar el problema del desempleo juvenil se debe actuar conjuntamente en los ámbitos educativo y laboral.
En
el educativo una detección temprana de los estudiantes en riesgo y un
apoyo continuo son condiciones necesarias para reducir la incidencia del
abandono escolar. Paralelamente, una mayor flexibilización de los
programas educativos facilitaría la reincorporación de aquellos jóvenes
que abandonaron precozmente sus estudios. Para mejorar las posibilidades
de inserción laboral y evitar situaciones de subempleo, sería deseable
la implantación de un sistema de formación profesional dual. En cuanto a
la educación universitaria, sería bienvenida una reforma del número de
titulaciones, de sus contenidos y de su duración, aumentando la
vinculación con el sector productivo privado.
En el laboral, el
modo más eficaz de evitar que la temporalidad se convierta en una trampa
que precarice la carrera laboral de los jóvenes es mediante el
establecimiento de un contrato único de carácter indefinido (a tiempo
parcial o completo). Para aumentar la efectividad de las PAE, es
necesario: i) incrementar su dotación presupuestaria, y ii) modificar la
composición del gasto, reduciendo asimétricamente las bonificaciones a
la contratación y aumentando las partidas destinadas a reciclaje
profesional y formación. Los desempleados –y no los ocupadosdeberían ser
los principales destinatarios de las acciones formativas, las cuales
tendrían que extender su duración para proporcionar conocimientos más
específicos.
1. Introducción
El desempleo juvenil
constituye una de las principales disfunciones del mercado de trabajo en
España, con implicaciones directas sobre la situación económica
presente y futura de los jóvenes parados y su entorno e indirectas sobre
el conjunto de la economía. Si bien la crisis actual lo ha puesto de
manifiesto, el problema ha persistido durante las últimas décadas. Así,
la tasa de desempleo de los menores activos de 25 años ha duplicado la
de los de 25 y más años durante las últimas cuatro décadas. En 2010, la
tasa de paro juvenil alcanzó el 41,6%, 2,3 veces superior a la de la
población de 25 y más años (véase el Gráfico 1). Adicionalmente, el
desempleo juvenil no solo es elevado en perspectiva histórica, sino
también en perspectiva comparada. Durante los últimos 20 años, la tasa
de paro de los menores de 25 años en España ha multiplicado por 1,5 la
de la UE15 y por 3,1 la de Alemania. Con todo, la relación entre la tasa
de desempleo juvenil y la de los mayores de 25 años se encuentra en
línea con el promedio de la UE15 (véase el Gráfico 2), lo que sugiere
que las dificultades de inserción laboral de los jóvenes españoles en
comparación con las de los de 25 y más años son similares a las de los
jóvenes europeos, si bien sus causas difieren, como veremos a
continuación.
Las condiciones laborales de la población, en
general, y de los jóvenes, en particular, dependen de la eficacia del
sistema educativo. En un contexto de exceso de oferta de trabajo y de
crecientes requerimientos formativos por parte de las empresas, la
probabilidad de que un joven acceda a un empleo estable y adecuadamente
remunerado depende, entre otros aspectos, de la cantidad y calidad de la
educación recibida. Pero la relación entre el sistema educativo y el
mercado laboral es bidireccional. Por ejemplo, cuando la probabilidad de
acceder a un empleo cae –o bien, cuando los puestos de trabajo a los
que puede optar un estudiante que se plantee ser activo no se ajustan a
sus aspiraciones- el coste de oportunidad de continuar estudiando
disminuye, lo que tiende a reducir el porcentaje de jóvenes que se
incorporan al mercado laboral, acotando el aumento de la tasa de
desempleo.
Por tanto, las causas del desempleo juvenil en España
hay que buscarlas en deficiencias tanto del sistema educativo como del
mercado de trabajo. Entre las primeras destacan la magnitud del abandono
escolar temprano y la polarización de la educación. Entre las segundas
sobresalen la segmentación del mercado laboral y la ineficacia de las
políticas activas de empleo. Con todo, el deterioro de la participación
laboral de los jóvenes por un efecto desánimo, mayor que el registrado
en el conjunto de la UE15, ha acotado el crecimiento del paro. En la
Sección 2 del presente Observatorio Económico se analiza con detalle la
importancia de cada uno de estos factores en relación con los restantes
países de la Unión Europea. Por último, la Sección 3 sugiere algunas
recomendaciones de política económica a la vista de las principales
conclusiones extraídas del análisis realizado en las secciones
precedentes.
2. La interrelación entre el desempleo juvenil y las deficiencias del sistema educativo en perspectiva comparada
La
toma de decisiones educativas y la evolución del mercado laboral se
retroalimentan. El éxito de la transición del sistema educativo al
mercado de trabajo se encuentra condicionado por la formación recibida,
pero también por la situación y perspectivas del empleo y por la calidad
prevista del emparejamiento laboral trabajador-puesto de trabajo, las
cuales, a su vez, pueden afectar a la decisión de prolongar (o no) los
estudios. Por tanto, la existencia de disfunciones que dificulten una
transición eficaz del ámbito educativo al laboral se traducirá en
aumentos del desempleo juvenil, que serán tanto mayores cuanto menor sea
el desincentivo que el desempleo provoca sobre la participación laboral
(efecto desánimo). A continuación, se analizan algunos de los
condicionantes del desempleo juvenil.
2.1 Abandono escolar temprano
España
destaca por su elevada tasa de abandono escolar temprano, entendida
como el porcentaje de población entre 18 y 24 años que no ha completado
la educación secundaria superior (o de segunda etapa) y no sigue
formación alguna. El Gráfico 3 muestra que el abandono escolar temprano
es comparativamente elevado en relación con los restantes Estados
miembros de la UE27; tan solo Malta (38,0%) y Portugal (34,3%) exhiben
tasas superiores a la española (30,6%) en el quinquenio 2005-2010. Con
todo, lo más preocupante no es tanto la cifra, sino su persistencia y su
escasa relación con el ciclo económico durante los últimos quince años.
Abandonar
el sistema educativo antes de completar la enseñanza secundaria
superior dificulta la transición al empleo de los jóvenes y conlleva
repercusiones negativas y persistentes sobre su carrera laboral, tanto
porque carecen de los conocimientos considerados básicos para acceder al
mercado de trabajo1, como por su menor propensión a participar en
acciones formativas a lo largo de su vida laboral (véase el Gráfico 4).
Como
se puede observar en el Gráfico 5, la tasa de desempleo juvenil apenas
mostró diferencias por nivel educativo hasta finales de los años 90.
Durante la primera mitad de la década pasada, mientras que los jóvenes
con educación secundaria superior y terciaria vieron reducidas sus tasas
de paro, la de aquellos que habían abandonado el sistema educativo se
mantuvo por encima del 19,5%. Los efectos del abandono escolar temprano
sobre la tasa de desempleo juvenil se han hecho patentes durante la
crisis actual. Así, la tasa de paro de los jóvenes menos educados creció
casi 30 puntos porcentuales (pp) entre 2007 y 2010 hasta situarse en el
49,6%, 15,3pp mayor que la de aquellos que alcanzaron la segunda etapa
de secundaria y 20,7pp superior a la de quienes obtuvieron una
titulación universitaria2.
El Gráfico 6 muestra que el
diferencial de tasas de desempleo juvenil por nivel educativo entre
España y la UE15 ha sido permanentemente positivo y generalizado durante
los últimos 15 años. Si bien los datos parecían sugerir –al igual que
para el conjunto de la población activa- una convergencia durante el
ciclo expansivo precedente, el deterioro del mercado de trabajo durante
la crisis ha evidenciado que los jóvenes españoles, especialmente los
menos educados, continúan teniendo mayores problemas de inserción
laboral que sus homólogos europeos. Con todo, se observa que la
educación está jugando un papel relevante como determinante del riesgo
de caer en desempleo entre los jóvenes durante la crisis actual: el
aumento del diferencial de tasa de desempleo juvenil con la UE15 es
significativamente mayor entre los menos educados (22,9pp entre 2007 y
2010) que entre aquellos con título universitario (11,5pp).
2.2 Polarización y desajuste educativo
La
rigidez a la baja del abandono escolar temprano en España no es
incompatible con la mejora del nivel educativo de las nuevas cohortes de
población registrada durante las últimas tres décadas3. Sin embargo, el
aumento de la formación ha estado sesgado hacia la educación
universitaria, lo que ha provocado un desajuste entre la oferta y la
demanda de trabajo por nivel educativo que condiciona la evolución del
desempleo juvenil.
Los Gráficos 7, 8 y 9 ilustran la distribución
del nivel educativo de la población europea en 2010 por cohortes de
edad. Los datos de España permiten extraer tres resultados. En primer
lugar, se advierte una mejora intergeneracional del nivel educativo de
la población española en línea con la registrada en el conjunto de la
UE15. Así, el peso de la población con estudios secundarios de primera
etapa o inferiores en la cohorte de 20 a 24 años es 1,8 veces inferior
al observado en la cohorte de 55 a 64 años, tanto en España como en la
UE15.
En segundo lugar, el aumento del capital humano en España
ha sido insuficiente para lograr la convergencia con los países de
nuestro entorno, especialmente entre la población con estudios
secundarios superiores. Los Gráficos 7 y 8 muestran que los jóvenes
españoles continúan a la cabeza de Europa en cuanto al peso de los menos
educados (el 38,8% de la población española entre 20 y 24 años tan solo
posee educación primaria o secundaria inferior, frente al 23,4% en la
UE15) y a la cola en la importancia relativa de los estudios secundarios
de segunda etapa (el 40,1% de los menores de 25 en España frente al
61,1% en la UE15), principalmente de formación profesional (FP)4.
En
tercer lugar, el progreso del nivel educativo se ha materializado,
principalmente, en el aumento de la relevancia de la educación
universitaria entre las cohortes más jóvenes. Los datos del Gráfico 9
indican que el peso de los titulados universitarios en la población
entre 25 y 34 años alcanza el 39,2%, 5,1pp más que el promedio de la
UE15 y más del doble que el porcentaje de universitarios en la cohorte
de 55 a 64 años (17,8%).
La polarización del nivel educativo de
la población española se ha traducido en un desajuste entre la demanda
de trabajo cualificado y la oferta, lo que ha provocado que los
titulados universitarios experimenten tasas de desempleo elevadas en
comparación con sus homólogos europeos5 (como reflejaba el Gráfico 6),
una incidencia del subempleo –o sobreeducaciónsignificativa y una caída
de la prima salarial de la educación.
El Gráfico 10 indica que el
subempleo6 no es un problema puntual, sino que ha estado presente
durante las dos últimas décadas. El porcentaje de universitarios
empleados en ocupaciones que requieren una titulación menor ha sido
superior al 30% desde comienzos de la década de los 90, el más elevado
de la UE27 y 10pp mayor que el promedio de la UE157. La incidencia de la
sobreeducación es todavía más relevante en las cohortes de población
más jóvenes: el porcentaje de ocupados sobrecualificados supera el 40%
en la población entre 25 y 29 años en España (véase el Gráfico 11).
El
exceso de oferta de titulados universitarios y la sobreeducación
resultante no solo contribuyen a explicar la magnitud de la tasa de
desempleo de los jóvenes con estudios universitarios8,
sino también
la de los menos educados. En primer lugar, porque el progreso
tecnológico ha incrementado la demanda relativa de trabajadores
cualificados y reducido la de no cualificados9.
En segundo lugar,
porque los trabajadores cualificados desplazan a los no cualificados de
aquellas ocupaciones que tradicionalmente desempeñaban estos últimos,
bien por un exceso de oferta de trabajo, bien por una elevación de los
estándares de contratación por parte de las empresas10.
Paralelamente,
el subempleo ha reducido la prima salarial de la educación. A
diferencia de lo sucedido en los países de nuestro entorno11, la
dispersión salarial por nivel educativo ha caído en España desde
comienzos de la década de los 90, especialmente entre los varones12.
Como se puede observar en el Gráfico 12, si bien la rentabilidad
salarial de la educación es creciente con el nivel alcanzado y con la
calidad del emparejamiento laboral, ha disminuido durante las últimas
dos décadas, tanto más cuanto mayor es la titulación obtenida: ceteris
paribus, el salario percibido por un titulado universitario con una
ocupación adecuada a su formación era un 80,3% superior al de un
empleado con educación primaria a mediados de la década de los 90, 10pp
más elevado que el (diferencial) actual.
2.3 Segmentación del mercado laboral
Los
problemas de inserción laboral y de empleabilidad de los jóvenes no
solo dependen de la educación recibida a lo largo de su etapa formativa,
sino también de las instituciones del mercado de trabajo. Entre ellas,
la contratación temporal juega un papel relevante.
Desde un punto
de vista normativo, las empresas optan por contratar temporalmente a un
joven sin experiencia laboral si la dificultad de conocer ex ante su
productividad es elevada.
Del mismo modo, un individuo que decida
participar en el mercado laboral podría elegir un contrato temporal si
lo considera la opción más eficaz para la obtención de un empleo
estable.
Sin embargo, los datos indican que tan solo un 12,4% de los
temporales menores de 25 años en España han optado voluntariamente por
un contrato de duración determinada (frente a un 14,4% en Europa)13.
Adicionalmente, la evidencia empírica internacional14 muestra que el
trabajo temporal puede suponer una trampa para ciertos colectivos de
jóvenes que los perpetúe en un círculo vicioso de
temporalidad-desempleo-escasas oportunidades de formación.
El
Gráfico 13 muestra que un cuarto de los asalariados entre 16 y 64 años
tienen un contrato temporal en España, 11pp más que el promedio de la
UE15. Se observa que la tasa de temporalidad es decreciente con la edad
en la práctica totalidad de los países de la UE27; en España oscila
entre el 58,6% para los menores de 25 años (cifra similar a las de
Alemania, 56,9%, o Francia, 55,2%) y el 11,7% para los asalariados entre
50 y 64 años15. Con todo, la concentración de la temporalidad en la
población juvenil española es inferior a la del conjunto de la UE15:
mientras que en España el porcentaje de asalariados con contrato
temporal entre los menores de 25 años es 2,3 veces superior a la tasa de
temporalidad del total, en la UE15 es 3,1 veces mayor.
Observatorio Económico
¿Qué
papel juega la educación como determinante del tipo de contrato? El
Gráfico 15 revela que, en el conjunto de la UE15, la educación reduce la
probabilidad de tener un contrato temporal en todos los tramos de edad.
En España, la importancia de la educación como variable explicativa de
la estabilidad del empleo tan solo se observa entre los mayores de 25
años. Este resultado indica que el contrato temporal constituye la
puerta de entrada al mercado laboral de los jóvenes españoles,
independientemente de su nivel educativo.
Si el contrato temporal
fuese el mejor vehículo para acumular experiencia y lograr un empleo
estable, la modalidad contractual bajo la que un joven accede al mercado
de trabajo sería irrelevante. Sin embargo, la evidencia empírica
demuestra que la temporalidad es un fenómeno persistente entre los
jóvenes españoles. Como se puede apreciar en el Gráfico 16, el 85% de
los jóvenes que entran en el mercado laboral como asalariados lo hacen
con un contrato de duración determinada. Si bien este porcentaje se
reduce a lo largo de su vida laboral, lo hace lentamente, de tal modo
que una década después todavía un 35% continúan como temporales16 tras
haber alternado etapas de empleo (temporal), con episodios de desempleo y
de inactividad17.
2.4 La escasa efectividad de las políticas activas de empleo
Con
la finalidad de incrementar la participación laboral y reducir el
desempleo estructural, la Directriz 7 de la estrategia “Europa 202018”
sugiere integrar los principios de flexiseguridad en las políticas de
empleo de los Estados miembros. Entre ellos destacan las políticas
activas de empleo (PAE) que tratan de minimizar los episodios de
desempleo y facilitar las transiciones a nuevos puestos de trabajo.
Si
bien las PAE constituyen un instrumento fundamental para mejorar la
empleabilidad del conjunto de la población activa, su relevancia para
los jóvenes –especialmente, entre aquellos que abandonaron sus estudios
antes de finalizar la educación secundaria superior- es capital dada su
escasa formación específica, su falta de experiencia y su menor tasa de
cobertura de las prestaciones por desempleo. Por este motivo, los
jóvenes son uno de los grupos con mayor representación entre los
participantes en programas de activación, especialmente en los países
con una tasa de desempleo juvenil comparativamente elevada. Como se
puede observar en el Gráfico 17, España destaca en cuanto al porcentaje
de participantes en PAE en relación con la población activa: en torno a
un 15% de los activos totales y un 30% de los activos menores de 25 años
se beneficiaron de medidas de activación durante el último quinquenio.
Por tanto, la escasa efectividad de las PAE en la atenuación del
desempleo juvenil en España no guarda relación con el grado de
participación de los jóvenes en acciones de activación, sino,
probablemente, con la baja cuantía de los recursos destinados a la
implementación de medidas y con la orientación errónea de los programas.
Si
bien el gasto de España en PAE en relación con el PIB se situó por
encima del promedio de la UE15 durante el último quinquenio19, la
cuantía por persona que busca empleo fue menor. El Gráfico 18 muestra
que el gasto en PAE por persona que desea trabajar ascendió a 1740€ en
España durante el período 2005-2009 (en términos promedio), un 12,5%
inferior al de la UE15 y entre tres y cuatro veces menor que la cuantía
invertida por los Países Bajos y Dinamarca, las dos economías que
constituyen el paradigma de la flexiseguridad laboral. Adicionalmente,
el Gráfico 18 permite constatar que el gasto en políticas de empleo
destinado a programas de activación fue comparativamente reducido en
España: las PAE absorbieron el 46,2% de los recursos destinados a
políticas de empleo durante el último quinquenio en Suecia, el 37,2% en
Dinamarca, el 26,9% en la UE15 y el 25,2% en España.
Cuando se
analiza la composición del gasto en PAE se comprueba que las estrategias
de activación pueden no ser las más eficaces20. El Gráfico 19 indica
que España dedica casi la mitad de los recursos dedicados a PAE a
incentivar la contratación y el mantenimiento del empleo
(principalmente, mediante bonificaciones de la cuota empresarial a la
Seguridad Social), mientras que la UE15 asigna tan solo un cuarto. Por
el contrario, los gastos en formación, integración laboral y reciclaje
profesional son comparativamente reducidos. Así, la cuantía invertida en
formación supuso un 24,5% del gasto en PAE durante el periodo 2005-2009
–por un 40,0% en la UE15-, mientras que la destinada a integración y
reorientación laboral apenas representó un 3,8%, frente al 14,1% de la
UE15, el 51,9% de Dinamarca y el 63,4% de Países Bajos. Dado que una
parte de la destrucción de empleo en el sector de la construcción es
estructural, resulta decepcionante el escaso esfuerzo dedicado a medidas
de activación que incrementen la empleabilidad de este colectivo
mediante la capacitación para ocupar puestos de trabajo en otros
sectores de actividad21.
Además de la inadecuada composición del
gasto en PAE, se detectan desequilibrios en algunos programas que
condicionan su eficacia. En primer lugar, los esfuerzos formativos se
concentran en los ocupados en lugar de los desempleados: menos del 7% de
los más de 3,8 millones de participantes en acciones formativas en 2010
se encontraba desempleados. Del mismo modo, tan solo un 34,2% del los
gastos presupuestados en 2011 para programas de formación para el empleo
tienen como destino al colectivo de parados.
......................
La solución al paro juvenil se puede
encarrilar actuando sobre tres frentes: crecimiento, reforma laboral y
formación profesional
En el debate sobre la crisis en la zona euro está
adquiriendo mucha atención el problema del paro juvenil. No podía ser
menos. Eurostat ya registra 3,7 millones de jóvenes entre 15 y 24 años
de edad que no tienen trabajo, lo que supone una tasa del paro para este
colectivo del 24,4%; la tasa de paro total se sitúa en el 11,8%. A la
cabeza del paro juvenil van España y Grecia, con tasas de más del 50%.
En los otros países en crisis (Irlanda, Portugal, Italia, Chipre) las
tasas están en el orden del 30 al 35%. Incluso Francia tiene un serio
problema, pues más del 20% de los jóvenes están en paro. Con estos
niveles contrastan Alemania, Austria y Holanda que registran en la zona
euro el menor paro juvenil (alrededor del 9%). Dentro del conjunto de
parados juveniles en los países en crisis hay muchos que no han
adquirido una formación adecuada y su productividad es baja; pero muchos
sí están muy bien preparados, mejor incluso que los jóvenes de
generaciones anteriores. Esto es especialmente alarmante.
Los dramáticos registros oficiales contienen un importante
componente de paro encubierto en la juventud. No todos los jóvenes
buscan activamente un empleo. Unos, porque todavía van al colegio,
permanecen más tiempo que el debido en las universidades o se dedican a
estudios adicionales de un máster. Otros, porque les gusta cambiar
frecuentemente de trabajo hasta encontrar el idóneo, aunque entremedias
se encuentren en paro. Además hay jóvenes que no creen poder encontrar
empleo y por eso abandonan el mercado de trabajo. Si se tienen en cuenta
estos aspectos, el nivel real de paro juvenil baja. Por ejemplo en el
caso de España, el Instituto para la Economía Alemana de Colonia estima
una tasa corregida del 19%. A efectos mediáticos, una cuota del 19% es
menos llamativa que una del 50%. Pero en ningún caso, ni respecto de
España ni de los demás países en crisis, donde la situación es parecida,
cabe una relativización del problema.
Las causas del elevado paro juvenil en la periferia
meridonial de la zona euro varían de un país a otro, pero hay bastante
en común. La recesión ha afectado más a los jóvenes que a los activos
mayores debido a que tienen menos cualificación y experiencia
profesional y las empresas pueden prescindir de ellos más fácilmente,
máxime cuando los contratos de trabajo son temporales. En el caso
especial de España, la fuerte crisis en el sector de la construcción
residencial ha puesto en la calle a un gran número de jóvenes, nativos e
inmigrantes. Además, los empleos de los jóvenes están especialmente
expuestos a la competencia desencadenada por los países emergentes de
salario bajo, que obliga a las empresas a sustituir mano de obra por
maquinaria o a trasladar la producción a otros países con costes
laborales bajos. También repercuten adversamente salarios mínimos
interprofesionales, establecidos por decreto, si estos son demasaido
elevados, como es el caso en Francia.
Los efectos del paro juvenil son a todas luces muy
negativos. Es un desastre para la economía que los jóvenes sin empleo
pierdan la motivación del rendimiento y que sus conocimientos y
habilidades decaigan al no ser usados (brain waste). Además, el país
pierde capital humano si estos jóvenes en paro emigran (brain drain); ya
lo están haciendo técnicos, ingenieros, especialistas de la
informática, arquitectos. Esta emigración reduce el potencial de
crecimiento económico. La alternativa a la emigración al extranjero es
para muchos la emigración interior en forma de una búsqueda de empleo en
la economía sumergida, incluso aceptando unas condiciones salariales
inferiores al valor del trabajo realizado y prescindiendo además de los
más elementales derechos de protección laboral. El Estado pierde
ingresos tributarios, la Seguridad Social cotizaciones; tarde o temprano
se les pasará la factura a los contribuyentes y afiliados.
Por consiguiente, la reducción del paro juvenil tiene que
ser un objetivo prioritario dentro de una política económica
responsable. No hay una receta mágica, tampoco se podrá subsanar el
problema de la noche a la mañana. Pero sí se puede encarrilar la
solución a medio plazo actuando simultáneamente en tres frentes:
crecimiento, reforma laboral y formación profesional.
En el primer frente han de crearse en la economía
condiciones favorables para la inversión empresarial y la innovación. Se
trata de establecer una senda de crecimiento sostenido en la que se
amplíen las oportunidades de empleo para la población activa en general y
así también para los jóvenes y en el que surja un entorno propicio para
que los jóvenes consideren la posibilidad de ser ellos mismos los que
se dan empleo, como emprendedores.
En el segundo frente hay que crear una regulación moderna
del mercado de trabajo, con la que no se encarezca artificialmente el
empleo de los jóvenes. Es necesario guardar un equilibrio entre el
interés del jóven activo por tener un puesto de trabajo seguro y la
necesidad de una empresa de poder ajustar la plantilla si las
condiciones reinantes en el mercado lo requieren.
El tercer frente es el más exigente. Dado que existe una
elevada correlación entre la búsqueda exitosa de trabajo y la
cualificación del jóven y habida cuenta de que no todos los jóvenes
tienen talento o interés por estudiar una carrera universitaria, hay que
desarrollar a nivel empresarial un sistema de formación profesional del
que salga en el futuro la mano de obra cualificada, cubriendo toda la
gama de oficios requeridos en la economía. El modelo dual alemán es un
referente. Es muy positivo que en España y en Portugal los Gobiernos ya
han tomado nota y trabajan sobre este tema. Queda por ver si las
empresas van a crear en la suficiente cuantía los puestos de aprendizaje
para los jóvenes que los demanden. La inversión correspondiente
arrojaría unos rendimientos valiosos, que no se reflejarían en la cuenta
de resultados directamente, pero sí indirectamente en cuanto la
disponibilidad de mano de obra cualificada aumente la competitividad de
la empresa.
En el ambito político se barajan algunas ideas que por
seductoras que parezcan no son convincentes. Por ejemplo, el presidente
francés Hollande quiere financiar con dinero público nuevos puestos de
trabajo para gente jóven en el sector público, en asociaciones privadas y
en organizaciones sin ánimo de lucro. Algo parecido ya había hecho el
Gobierno socialista de Jospin a finales de los años noventa. El
resultado fue muy modesto, pero no la carga presupuestaria que fue
notable.
Otra idea ha sido lanzada por la Comisión Europea: que los
gobiernos den una garantía de empleo, de aprendizaje o de prácticas para
los jóvenes. Parece ser que los burócatas de Bruselas creen que el
problema del paro juvenil se puede eliminar por decreto. Con las mismas,
podrían decretar el fin de la recesión y de la crisis de la deuda
soberana. En una economía de mercado, el trabajo no se crea desde las
esferas gubernamentales sino en primera línea desde la empresa privada.