«Declaraciones desafortunadas». Es lo más repetido en ámbitos eclesiales jerárquicos para calificar las
palabras del cardenal Rouco en el funeral en memoria de Adolfo Suárez, en las que hizo referencia a los
«hechos y actitudes»que causaron la Guerra Civil «y que la pueden [volver a] causar» .
Es un descontento al que nadie se atreve a poner cara. Ni en la casa
de la Iglesia española ni en las diversas curias diocesanas quieren
hacer declaraciones públicas. Y cuando se avienen a comentar lo dicho
por Rouco, piden reserva absoluta. La sombra del cardenal, a pesar de
estar de salida, sigue siendo alargada.
Está claro que nadie se atreve a matizar, y mucho menos a
desautorizar, las declaraciones de Rouco. Quizás, en los próximos días,
algún prelado de la cuerda del cardenal aproveche incluso la oportunidad
para apoyar y reforzar la idea del cardenal de Madrid. Sigue habiendo
una media docena de prelados
convencidos, como él, de que España está en peligro y que el único parapeto contra su deriva laicista es el catolicismo.
Los demás, la inmensa mayoría del Episcopado guardará silencio. Pero
«a veces el silencio de los obispos es más significativo que las
palabras, y en este caso no es un silencio que calla y otorga, sino todo
lo contrario, es de desaprobación», explica un fontanero de
Añastro, sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Muchos prelados no comparten ni el fondo ni la forma de lo dicho por
el cardenal madrileño. El fondo se lo adjudican a la forma de ser y de
pensar de Rouco Varela, a
su visión catastrofista de la sociedad actual y a su especial obsesión con el guerracivilismo.
El hasta el mes pasado cabeza de la CEE, nacido el 20 de agosto de
1936, no vivió conscientemente la guerra fratricida, pero sí sus
consecuencias durante la larga posguerra en Villalba, un pueblo lucense
batido por los desmanes de ambas partes.
Su tesis, explicitada en muchas y variadas ocasiones a lo largo de su vida, es que
«la
causa de la Guerra Civil radicó en que el hombre había pecado mucho y
sobre todo, contra Dios, y cuando se vive una etapa de negación de Dios
es muy fácil que luego los hombres luchen entre ellos». Lo decía, en 2008, precisamente en una misa en el Valle de los Caídos.
Y añadía: «La negación de Dios asume cada día con más fuerza en
algunos países la forma de un laicismo más o menos oficial, radical e
ideológico». A su juicio, es el caso de España y, por lo tanto, de ahí a
la Guerra Civil hay sólo un pequeño paso que se franqueó no sólo en
nuestra contienda nacional, sino también en la Guerra Mundial.
Cataluña se siente especialmente aludida
Quizás por conocer esta vieja tesis de Rouco Varela, donde la
jerarquía catalana se siente especialmente aludida entre líneas por sus
palabras, en Cataluña se asegura que
«es una expresión más de lo
que ha sido, es y será Rouco, y lo raro es que no hubiese aprovechado
la ocasión para decir algo así». En otras diócesis de diversas partes del país los comentarios inciden en la misma idea:
«Genio y figura», dicen unos. «Son sus últimos coletazos fuera de contexto, pero no lo puede evitar», añaden otros.
Eso sí, todos los eclesiásticos consultados coinciden en afirmar que
«no era apropiado ni el momento oportuno»,
pero consideran, asimismo, que lo hace con buena voluntad y en
conciencia. «Siempre pensó así. En ese sentido, se mantiene firme y
coherente con sus ideas y las defiende hasta el final. No cambia de
chaqueta ni con la llegada del Papa Francisco».
Aun reconociéndole que actuó en conciencia, le reprochan el que no
haya pensado ni tenido en cuenta a su sucesor al frente de la
Conferencia Episcopal Española. «Con esas declaraciones no facilita a
monseñor Blázquez y a la nueva cúpula el que llegue a la opinión pública
el nuevo rostro y la nueva línea de la Iglesia española,
en sintonía con la primavera del Papa Francisco», explica un obispo muy cercano al actual presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Y es que, fiel a sí mismo, Rouco Varela se sigue erigiendo en el
líder del Episcopado español, aunque lo haya dejado de ser desde el
pasado mes de marzo. Así ha actuado en los últimos 15 años. La inercia
le puede, así como su vieja querencia de identificar su pensamiento y su
visión con el de la Iglesia española.
.................MAS de MAS............
Los Reyes, acompañados por los Príncipes de Asturias, han presidido esta tarde el funeral de Estado por
Adolfo Suárez
que ha oficiado la catedral de la Almudena el arzobispo de Madrid,
Antonio María Rouco Varela, y al que ha asistido el Ejecutivo casi al
completo, así como todos los presidentes autonómicos.
El jefe del Gobierno,
Mariano Rajoy,
y su esposa, Elvira Fernández, han recibido junto a Adolfo Suárez
Illana, hijo del ex presidente, a los Reyes y a los Príncipes a su
llegada a la catedral.
Don Juan Carlos y Doña Sofía, así como Don Felipe y Doña Letizia han
saludado de forma afectuosa al hijo del ex presidente del Gobierno antes
de dirigirse al lugar en el que les aguardaba el cardenal arzobispo de
Madrid, Antonio María Rouco Varela, encargado de oficiar el funeral.
Rouco ha acompañado a los Reyes y a los Príncipes al interior del
templo mientras se ha interpretado el himno nacional en el órgano de la
catedral antes de dar comienzo a la ceremonia fúnebre.
En su homilía, Rouco ha destacado la
vida al servicio de España
de Adolfo Suárez. "El Misterio de Cristo del que hacemos memoria en
esta celebración eucarística por nuestro querido hermano Adolfo, cuya
vida al servicio de España nos resulta inexplicable sin la fuerza inspiradora y motivadora del amor cristiano.
Al avivar los recuerdos de su larga, limpia y generosa trayectoria en
esta hora de la prueba decisiva, no se nos impone el convencimiento de
que a el también le apremiaba el amor de Cristo, del que hablaba San
Pablo. ¡Su familia, sus queridos hijos y nietos, dirán sin vacilar, que
sí!".
'Su plegaria es hoy nuestra plegaria'
"
Su plegaria es hoy nuestra plegaria, la plegaria de
la Iglesia de España. Es la plegaria de España. Lo confirman la
presencia de los Reyes, los Príncipes, los representantes de las más
altas instancias del Estado. Son el eco y el testimonio emocionado de
profundos y nobles sentimientos de aprecio, estima y gratitud sinceras
para con aquella persona que sirvió a los españoles en uno de los
momentos más delicados. Es la nobleza de corazón de tantos creyentes que
se manifiesta , sobre todo ahora, en la oración por él y, cómo no,
también por España", ha asegurado Rouco Varela en su homilía.
"La concordia fue posible con él. ¿Por qué no ha de
serlo también ahora y siempre en la vida de los españoles, de sus
familias y de sus comunidades históricas? Buscó y practicó tenaz y
generosamente
la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la Guerra Civil:
los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar".
"La forma sobrenatural de su aceptación y de su vivencia del sufrimiento en la
difícil y heroica temporada de la enfermedad de su hija y de su amada esposa y en los años crueles de la propia, que él asumió enteramente, hablan de un hombre de una
arraigada y profunda fe cristiana,
muy consciente de que siguiendo y sirviendo a Cristo hasta la Cruz
estaría con él y con sus hermanos, amando en el tiempo y en la
eternidad".
"Una buena lección para los católicos de
esta España de hondas raíces cristianas
llamados con urgencia histórica a ser y servir de fermento de nueva
humanidad en medio de sus conciudadanos, afrontando humilde y
valientemente el amor cristiano con la sociedad y con el pueblo al que
pertenecen", ha señalado el arzobispo en su homilía.
Al funeral han asistido familiares y amigos de Suárez junto a los
máximos responsables de las principales autoridades del Estado y los ex
presidentes del Gobierno
Felipe González,
José María Aznar y
José Luis Rodríguez Zapatero, que han compartido el primer banco, de honor, junto a Rajoy y su mujer.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, cuyos compromisos
comunitarios le han obligado a viajar a Atenas, ha sido el único miembro
del Gobierno ausente en este funeral, al que han acudido los
presidentes del Parlamento, el Poder Judicial y las demás altas
instituciones del Estado. Teodoro Obien, presidente de Guinea Ecuatorial.