Perplejidad
Viernes 25 de Agosto de 2017/Tomado de la revista LETRALIA
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(Los Mossos y Guardia Civil colaborando en Ripoll) |
A
veces con algún aprendizaje se corrige un defecto de la naturaleza,
pero no se elimina, y, si cesa el aprendizaje, la propia naturaleza poco
a poco vuelve a llevar hacia ella lo que es suyo; finalmente, superado y
eliminado el aprendizaje, se apropia ese defecto.
Juan Luis Vives, Obras políticas y pacifistas.
Quizás
a estas alturas ya no debería sorprendernos el desprecio de ciertos
grupos, o personas, hacia la vida humana y el sentido común. Y tal vez
debería sorprendernos menos la vaciedad mental de quienes se creen con
derecho sobre la vida y la muerte de los demás. Lo sorpresivo de los
atentados de Barcelona, sin embargo, tal vez por mi desconocimiento de
otros atentados, es la edad, la juventud, de los terroristas. A los
jóvenes, en ciertos ambientes y momentos, es relativamente fácil
engañarlos, hacerlos caer en necios dogmatismos. Aun así, ¿de verdad
creían éstos que con sus asesinatos iban a lograr algo? Es más, ¿tenían
alguna meta? ¿O han sido perfectamente manipulados por seres adultos que
les han hecho creer cosas tan absurdas como necias?
En más de una
ocasión he oído, y leído, que una de las reivindicaciones del estado
islámico, nombre tan absurdo como hablar ahora de la España cristiana
frente a la España infiel, consiste en adueñarse de lo que ellos siguen
llamando Al-Andalús, pues es una tierra que les pertenece, según dicen.
Imagino que estos señores no deben tener una idea muy clara de la
historia, o que, como muchos otros, la cortan por donde les conviene e
interesa. Sí, es cierto, que los árabes, o musulmanes, conquistaron casi
toda España. Y cierto es que estuvieron aquí muchos siglos, algo así
como siete. No por eso España, o Al-Andalús, dejó de ser un botín de
guerra, que, más pronto que tarde y entre avatares sin fin, sus
habitantes, desplazados por el Islam, trataron de recuperar, y
recuperaron. Es lo que se llama la Reconquista.
Hay muchas posiciones en esta vida que sólo se pueden mantener a través de la manipulación y de la mentira.
Si
fueran honestos estos que reivindican la posesión de la Península, cosa
que dudo viendo el desprecio que tienen hacia las personas, deberían
reconocer que también Italia, o Roma si quieren, tiene derecho a
reclamar las tierras que ellos ocupan. Formaron parte del Imperio
Romano. Tal vez por eso, y por su cerrilidad, se han dedicado a destruir
los monumentos que albergaba: un absurdo intento de borrar la historia.
Por lo tanto, si aquí en Al-Andalús destruyéramos la Mezquita de
Córdoba, la Alhambra y algunas murallas y baños, ¿dejarían de pensar que
esta tierra les pertenece? No lo creo. Por la sencilla razón de que
cualquier persona con dos dedos de frente ni se plantea tales
cuestiones. No me parece viable que el Estado español se ocupe de la
devolución de México, Florida o San Francisco. Creo.
Evidentemente
no tienen ni idea de historia. Tampoco creo que les interese mucho. Hay
muchas posiciones en esta vida que sólo se pueden mantener a través de
la manipulación y de la mentira. Y, por desgracia, siempre habrá gente
con muy poco sentido crítico y dispuesta a creerse lo que le digan. Tal
vez ese fue el caso de estos jóvenes terroristas.
Ignoro,
suponiendo que estos jóvenes cachorros hayan sido adoctrinados por un
imán, quien los ha empujado a cometer tan horribles asesinatos, lo que
les habrá metido en la cabeza. E igualmente ignoro el caldo de cultivo
sobre el que cayeron las palabras de tan respetable personaje. Se habla,
por supuesto, de paro, no integración de estos emigrantes, de religión,
descontento y frustración social y emocional. No falta de nada.
Hace
mucho tiempo yo comencé a sospechar que todo este romance del estado
islámico, pese a que siempre sus ejecutores tienen a Alá en la boca
cuando matan a alguien, alberga de todo menos religión. O por lo menos,
de nada sirve una religión con tal desprecio hacia el ser humano. Bien
es verdad que esa,
grosso modo, ha sido la característica de
casi todas las religiones, y de algunos dioses, como Baco y sus
terribles venganzas. Ahora bien, las sociedades evolucionan, algunas, y
con ellas las religiones o sus relaciones con los dioses. No menos
cierto es que algunos grupos de personas se empeñan en hacer unas
interpretaciones literales, e interesadas, de ciertos pasajes de la
Biblia y del Corán. La Biblia ha sufrido tantas y tantas traducciones
que habría que hacer lo que hizo Erasmo allá por el siglo XVI. Tal vez
la desgracia del Corán es que no ha contado con un eminente personaje
como este.
Sea como fuere, ¿creen estos terroristas que matando a
personas inocentes van a extender su religión, que de verdad eliminan a
infieles? ¿Infieles a qué? ¿Acaso alguna de estas personas asesinadas
tan vilmente juró fidelidad de Mahoma y luego rompió su juramento y, por
lo tanto, se convirtió en un infiel? Es otro absurdo. Y que alguien lo
crea no hace sino crear más y más perplejidad.
Al parecer uno de
estos jóvenes terroristas decía, en una conversación a través de un
aparato electrónico, que mataría a todos los infieles. Luego, tal vez
asustado, se retractó de sus palabras diciendo que se trataba de una
broma. Si este chico ha actuado, sin bromas de ningún tipo, llevado por
esas ideas, tal vez embutidas en su cabeza por un imán, ha demostrado no
tener ni sentido crítico ni un conocimiento mínimo de la realidad. ¿Qué
iba a hacer para acabar con tanto infiel? ¿Comenzar una guerra mundial
de exterminio? ¿Iba a luchar contra todos? Nada más de pensar en la
cantidad de chinos que tendría que eliminar se le van a uno las ganas de
comenzar tan ruinoso cometido.
Es
un consuelo, en medio de tanto desconocimiento y tanta perplejidad, el
hecho de que un grupo de vecinos arrojara de su barrio a un grupo de
fascistas.
Es posible, por lo tanto,
que tras todo esto, tras esta barbarie que no cesa, cuando no llevada
por unos conducida por otros, no se esconda sino lo mismo de siempre: un
afán desmesurado por hacerse con el poder, un afán desmesurado por las
riquezas, los pozos petrolíferos y demás. Y para conseguirlo se están
utilizando métodos de poco coste: jóvenes fácilmente manipulables y
furgonetas, hachas y cuchillos. Y por mucho que invoquen a Alá en el
momento de inmolarse o de matar a alguien, sigo pensando que no hay
ninguna ideología y ninguna religión detrás de tanta bestialidad.
También otros, en otros momentos, invocaban cualquier cosa para matar a
gente que no comulgaba con ellos, y tenían la misma idea de eso que
pedían que los montaraces jabalíes de las dulces y añoradas montañas,
cuando el hombre era tan feliz que no conocía ni la penicilina.
Evidentemente
no soy un especialista en este tema del que estoy hablando. Y
seguramente estaré diciendo muchas inexactitudes y torpezas. Trato de
comprender lo que sucede a mi alrededor. Y lo mismo que he tratado de
entender a estos terroristas, no de justificarlos, también trato de
comprender a otras personas que destilan odio y mala baba en todo cuanto
escriben o dicen sobre estos tristes hechos. Esperemos que dentro de
poco no salga el estúpido de turno, tratando de ser objetivo, y nos diga
que la culpa estuvo repartida entre unos, los terroristas, y otros, las
víctimas, tal vez por negarse a dejarse matar sin gritar ni oponer
resistencia. Entre tanto, ya no se sabe si reír o llorar de tanta y
tanta estupidez como nos rodea y nos inunda. Sólo faltaban ahora, cómo
no, esos chicos de esa formación política que más que formación política
parece un grupo de 4º de la ESO hablando mal del instituto y del
director. Estos también quieren eliminar a todo aquel que sea un infiel,
es decir a todo aquel que no piense como ellos. Y, por supuesto, cuando
no hay justificaciones se las inventan: ¿de verdad cree alguna de estas
cabezas privilegiadas que el rey de España financia el terrorismo
yihadista? Lo han dicho, y sostenido, para pedir que el rey no asista a
la manifestación en contra del terrorismo, o para no ir ellos si, como
es más que previsible, va el rey de España. Claro, ellos no pertenecen a
España, y hay víctimas que no son españolas habiendo nacido en
Cataluña. No salgo de mi perplejidad. Hasta ahora me tenía por una
persona medianamente culta, pero evidentemente no lo soy, pues no
entiendo nada. Y me gustaría entenderlo, ya que esta ignorancia me causa
tanta zozobra como si estuviera en la cárcel y sin posibilidad de
estudiar. Es todo tan complejo que creo que no me queda más ideal en
esta vida que el que tenía Gabriel Araceli, el protagonista de la
primera parte de los
Episodios nacionales: acostarme por la
noche y ser consciente de no haberle hecho daño a nadie. Y es un
consuelo, en medio de tanto desconocimiento y tanta perplejidad, el
hecho de que un grupo de vecinos arrojara de su barrio a un grupo de
fascistas que no iban a intentar comprender nada sino a eliminar el
problema, como los otros a los infieles. Al menos me parece que todavía
sé distinguir, como esos admirables vecinos, el bien del mal. Algo es
algo.