Si no se cortan en el Congreso, reprentacion de todos los españoles, el maltrato de palabras y el llamado "rufianismo", la situación puede llevar a las manos.  No volcamos a 1936.  
El
 primer episodio se vivió en el hemiciclo durante el debate de 
investidura de Mariano Rajoy, con el portavoz adjunto de ERC, Gabriel 
Rufián, centrando su ataque sobre la bancada socialista a la que 
humilló por abstenerse y permitir el nuevo Gobierno popular. La 
idiosincrasia de aquel discurso alumbró un nuevo modelo de debate 
parlamentario que, en un juego de palabras, los diputados conservadores y socialistas denominan «rufianismo».
 Esta semana el diputado de UPN, Carlos Salvador, se refirió a ella en 
la Comisión de Exteriores para calificar el boicot de la izquierda y los
 independentistas a que el exministro del Interior, Jorge Férnandez 
Díaz, ocupara la presidencia de este órgano. La diputada de ERC Anna 
Surra protestó al considerar «terrorismo verbal» la expresión, pero el 
presidente en funciones de la Comisión, Eduardo Madina, rechazó su 
objeción al considerar que «el rufianismo no es una escuela de 
pensamiento». La presidenta del Congreso no quiere que llegue a serlo. 
Su objetivo es es poner freno cuanto antes a esta deriva y evitar
 que el hemiciclo se convierta cada semana en una espectáculo donde la 
provocación sustituya al argumento como eje del debate parlamentario.
 Para ello, ha mantenido una conversación privada con Rufián en la que 
le ha reprendido de manera diplomática defendiendo que el respeto a 
todos los diputados debe guiar las intervenciones en la Cámara Baja. 
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