En el juego político, la retórica acalorada y las confrontaciones son moneda corriente que deben acabar con este socialismo de pacotilla. Sin embargo, hay una línea que no se debe cruzar: el respeto hacia los líderes de otras naciones. Lamentablemente, el reciente comportamiento del ministro Óscar Puente ha demostrado una falta de prudencia y sensatez que no solo mancha su propio nombre, sino que pone en entredicho la imagen de todo un país.
Las injurias proferidas por Puente, dirigidas al presidente de la República Argentina, Javier Milei, trascienden fronteras y mancillan el decoro institucional. Sugiriendo que Milei podría haber estado bajo los efectos de alguna droga al emitir ciertas declaraciones, Puente no solo ha rebasado los límites del respeto diplomático, sino que ha sembrado dudas injustificadas sobre la integridad de un líder extranjero.
¿Es inaceptable que un representante público, investido con responsabilidades ministeriales, se comporte como un "doberman"?, lanzándose con ferocidad imprudente contra aquellos que debería tratar con dignidad y respeto. La primera comparecencia de Puente en las Cortes ya dejó entrever su propensión a adoptar un papel agresivo y desconsiderado, y sus acciones recientes solo confirman esta lamentable tendencia.
Pedro Sánchez le ríe la gracia, y lo único que consigue es que nos cabreemos todos los españoles.
¿Y que dice el ministro de Asuntes Exteriores?