Toda la noche del Jueves al Viernes Santo me la pasé llorando a lágrima viva, brotaban de mis ojos a cada sonido de campana, a cada toque de clarín y de tambores, toda la noche estuve escuchando en la cadena SER y Onda Cero, la retrasmición en directo de La Madrugá en Sevilla. Para llorar hay que llevarlo en la sangre, desde niño, desde chiquitillo cogido de la mano de tu abuela que ya no vive. Porque la Semana Santa es más que una fiesta religiosa, es el alma mismo en penitencia recorriendo las estaciones del misterio.
Aquí en este video, la Señora sale magestusa de su Templo en la calle Pureza. El gentío aplaude, las luces se apagan, el silencio da paso a la voz del capataz y los valientes costaleros, duros, suben al cielo de Sevilla a la Esperanza de Triana, a la Macarena, al Cachorro, al Gran Poder (El Señor de Sevilla con su talón encarnecido), al Señor de las Tres Caída. En La Campana, entrada de calle la Sierpe, se escucha una saeta, que dice más o menos que "mi corazón se lleva de espinas, espina de tu corona, y pido tu perdón". Con la saeta a uno se le encoje el corazón en un puño, uno puede morirse en ese mismo instante sin sentir ningún dolor.
Decía Carlos Herrera que en las calles de Sevilla había cerca de un millón de personas. Gracias Carlo, y a todo tu equipo por La Madrugá más grande del Universo.
Por la mañana me tujve que beber un vaso de agua porque en mi cuerpo agua no había.