ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Cristina Francés en "Mirar un cuadro", en la A.A.A.




Asociación de Artistas Alicantinos, 19 de noviembre. Por Carlos Bermejo

Hoy viene a este Taller una persona para mÍ entrañable, que además de formar parte de la Junta Directiva de la Asociación, como Vocal Coordinadora de Exposiciones en otras salas, colabora con acierto como editorialista de nuestro Boletín. Y el hecho de calificarla de entrañable para mí, viene de un recuerdo lejano ya en el tiempo, que no sé si ella recordará. En el año 94 hago mi primera individual en el Casino de Alicante. Ilusión a tope y éxito de asistentes a la inauguración. Después, lo de siempre: goteo escaso de visitantes. Entre ellos una joven pareja que se recrea en la contemplación de los cuadros. Eso es lo que nos gusta a todos. La razón de exponer. Me acerco a ellos y me identifico como el pintor y recibo de la joven, que también se identifica como pintora, el apoyo encendido de admiración hacia la obra expuesta. Aquello me supo a gloria bendita, porque el día anterior algún crítico más severo, había escrito a bolígrafo en el cartel que señalaba el lugar de la exposición: “Es una mierda”. Por eso nunca olvide aquella crítica benevolente y a la persona que me la hizo: era la dulce y discreta Cristina, que en compañía de su esposo visitaba la exposición.

Natural de Alcoy, se licenció en Geografía e Historia y como Maestra de Valenciano en la Universidad de Alicante. Tras su licenciatura, entra en el mundo de la docencia como profesora de Geografía, Historia y Literatura, en el Colegio de las Carmelitas de su ciudad natal, en el que había hecho sus estudios. Pero las malas compañías con un avispado alicantino que con sus padres residía en uno de los más suntuosos edificios de su noble e industrial ciudad - la sucursal en Alcoy del Banco de España de la que el padre de susodicho avispado era el Director-, la encandilaron hasta el punto de pasarla por el Altar con veinticuatro añitos y a residir en Alicante donde el avispado (esto lo demuestra) ya andaba tras los pasos de su progenitor y se había hecho banquero por cuenta de otros.

Llega a Alicante en el 82 y durante algún tiempo ejerce como profesora de Artes Plásticas (cerámica) en los colegios “ Aire Libre” y “Albufereta”, a fin de entretenerse en los ratos libres que su flamante esposo le dejaba, que no debieron ser muchos pues en poco más de tres años, el banquero le aumenta la cuenta de resultados hasta multiplicarla por dos y en el balance se refleja con dos niñas hoy creciditas que ya vuelan por sí solas, pero que en el 89 le tienen atada a un hogar feliz en lo familiar, pero que necesita el complemento de su realización como persona intelectual, que se pregunta, como tantas otras: ¿Qué soy?. ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿A dónde voy? Y otras preguntas por estilo, para las que a veces no tenemos respuesta y nos hacen caer en la depresión.

Es entonces cuando Cristina, se agarra a la tabla de salvación de la pintura al oír la atávica llamada de sus ancestros alcoyanos y comienza su aprendizaje casero, en la mansión de Muchamiel en la que el banquero tenia recluida para su único goce, a la dulce peladilla alcoyana. Comienza con el tema que más a mano tenía: sus niñas a las que retrata con la típica ingenuidad naif, propia de los que se inician por su cuenta y riesgo en el mundo de la pintura, alguna copia de Sorolla y algún paisaje de su entorno afectivo.

A Cristina, aunque nacida en Alcoy, no podemos encuadrarla en la que vengo denominando la Escuela Alcoyana, porque pictóricamente hablando no se formó en la ciudad del Serpis. Sin embargo, tangencialmente y de alguna forma está influida por esa Escuela que desde el siglo XIX y hasta nuestros días, viene dando a la Plástica Provincial y Nacional, pintores de tanto renombre como Cabrera, Casanova, Gisbert o Sala, por citar alguno de los más destacados, que en el pasado y en la actualidad, han ido elaborando el poso o madre del que, como pasa con los grandes vinos, surge la pléyade de grandes pintores alcoyanos.

Y digo que esa influencia ha sido tangencial, porque a partir del 94 en el que Cristina comienza a tomarse la pintura más en serio, elige como profesor a su paisano Rafael Llorens Ferri, maestro indiscutible de aquella Escuela, con el que prosigue su aprendizaje al día de hoy, aunque esporádicamente haya recibido clases de Ángeles Benimeli en el Ateneo y participado en un Taller con su también paisano y maestro alcoyano Eugenio Mayor.

En el 94, comienza a enseñar los frutos de su callado trabajo, y se inicia con una individual en el mismo lugar, sala y año en el que yo me inicie: en el Casino de Alicante. De entonces para acá ha realizado diez individuales y ha participado en más de cincuenta colectivas celebradas en diversos lugares de la provincia alicantina, de Murcia, Albacete, Barcelona, Alemania y Berzier (Francia), lugar este último, donde fue recompensada con Diploma de Honor. Y ya, más recientemente, es seleccionada para participar en el 3º Certamen Internacional “Art Palm Award” a celebrar en la ciudad alemana de Leipzig. Una buena y ascendente trayectoria expositiva.

A la hora de elegir la técnica para la realización de sus cuadros, Cristina se decanta por el oleo, pero no ha tenido reparo en utilizar el pastel y el acrílico. Respecto al dibujo, posee los suficientes conocimientos prácticos como vehículo adecuado para la realización de sus obras. En cuanto a los temas, el paisaje rural y el bodegón de cacharros y flores fueron sus preferidos, con alguna excursión, esporádica, como antes dije, por el retrato familiar, personajes exóticos y figura al carboncillo. Sin embargo y un ejemplo de ello lo vamos a ver hoy aquí, en la actualidad viene realizando una serie de figuras encuadradas en un cierto realismo social: mujeres maltratadas o humilladas en su dignidad; el candente tema de las pateras, y otros por el estilo que a Cristina, alma sensible como la que más, le vienen preocupando.
Hasta aquí y de forma sucinta, los fríos datos de su formación técnica y de su trayectoria expositiva. Pero Cristina y su pintura son algo más. Son la expresión plástica del sentimiento intimista y recóndito de su carácter apacible y sereno, lo que la llevan al bodegón de los objetos sencillos y en trance de desaparecer de la vida cotidiana actual ; a los jardines soñados o reales que ella recrea; a los floreros en los que lucen las humildes flores silvestres; al paisaje abierto a la llanura en la que se singularizan robustos arboles que nos llevan al horizonte infinito; al pueblecito en la ladera de una montaña, cuyas casitas se cobijan sobre el campanario de una iglesia, como polluelos en torno a las alas de su clueca. Ahí es donde encuentro lo mejor de su obra y supongo que ella también, puesto que son los temas que más trata.
Hay en mi tierra de Murcia un dicho popular que dice: “el que no se parece a su padre es un cochino”. Pues bien, en cuanto al color, Cristina se parece demasiado a su padre putativo. Los azules y los rojos avioletados maden in Llorens Ferris están demasiado presentes en su paleta. Yo me pregunto si esto es bueno o malo, y no sé qué responder. Por una parte me digo, que si una formula funciona no hay porque desecharla. Para su maestro es parte de su estilo y le funciona. Por otra me digo, que quizás no es bueno, aunque uno se convierta en un cochino, parecerse demasiado al padre porque no se ve el propio estilo. En fin, un dilema que Cristina tiene que resolver y que ira resolviendo con el tiempo, pues ganas y pasión por la pintura no le faltan e inteligencia tampoco. Pero mientras tanto y utilizando los recursos que a lo largo de su aprendizaje le ha ido inoculando su maestro, Cristina va realizando una obra en la que su mayor impronta la veo en la pincelada y en el empaste, que en eso si, se va despegando de su influencia. Y es que, en la pincelada, en el dedo que funde el color para esconder la línea, en la densidad de la materia que dejamos caer en el soporte, vibra la huella emocional y única de cada artista. Y la de Cristina se va viendo cada vez más, especialmente en sus últimas obras, en las que a media pasta y utilizando tonos cada vez más luminosos en los fondos, le hace vibrar al color por medio de pinceladas yuxtapuestas que no llega a fundir. Ese, ese es el camino por qué un día transitaron los grandes de la pintura a partir del impresionismo. Y es que, como alguien dijo “Nunca pintaremos demasiado claro”.

La personalidad ideológica de Cristina, aflora mes a mes en sus comentarios editoriales de nuestro Boletín. Por ellos sabemos también algo de sus ideas estéticas y mas subrepticiamente de las éticas, pero ¿Qué sabemos de la humanidad de Cristina? Sabemos que es modesta y recatada en su autovaloración y prodiga para valorar a los demás. Que conserva intacta su capacidad de asombro para valorar las pequeñas cosas de lo cotidiano. Que tiene en el hablar la dulzura y la sonoridad melódica de la mujer alcoyana. Que tiene la mesura de las personas realmente inteligentes y un punto de ironía que la humanizan. Y en fin, que es buena en el sentido machadiano de la palabra, buena y que por eso y porque es nuestra amiga, la queremos.
Muchas gracias y veamos ahora las “esencias del pasado” que nos trae Cristina.
Carlos Bermejo
Alicante, 19 de Noviembre de 2008