El éxito de la manifestación convocada por Alberto Núñez Feijóo contra Pedro Sánchez puede medirse, en buena parte, por la reacción inmediata del Gobierno. La estrategia comunicativa de Moncloa en redes sociales evidenció cierta urgencia por desacreditar la protesta, centrándose especialmente en minimizar la participación y deslegitimar al líder del PP. Resulta llamativo que, pese al número de asesores con los que cuenta el Ejecutivo, no lograran articular una respuesta más sólida o menos previsible. Esto da cuenta del momento complicado que atraviesan tanto el Gobierno como el PSOE.
Depende de unos socios de gobierno como Sumar de Yoladan Díaz, sin pudor ni moral democrática (ciega ante la corrupción el PSOE). Un PNV traidor, un Podemos que se las traga todas, y un Junts que no le interesa mas que la ilegal Amnistía, con un TC que corta el traje a la medida. Un Compromís cada vez mas radical en el comunismo nacionalista del Levante.
Las imágenes de la Plaza de España y sus alrededores fueron claras: decenas de miles de personas se congregaron para defender la democracia y rechazar lo que consideran una deriva autoritaria. El lema de la protesta, “Por la democracia y contra la mafia”, resumía un sentir generalizado de indignación y hartazgo. La convocatoria fue un altavoz de una sociedad que se siente en emergencia. Muchos analistas, tanto nacionales como internacionales, coinciden en señalar que atravesamos uno de los momentos más delicados desde la recuperación de la democracia en España.
La sensación de amenaza a las libertades y al estado de derecho proviene, según los críticos, del mismo núcleo del poder ejecutivo, al que acusan de manipular las instituciones y saltarse límites morales, legales y constitucionales con el fin de perpetuarse en el poder. La corrupción y el desprestigio institucional, afirman, son ya demasiado visibles como para ignorarlos. Y aunque el presidente probablemente mantenga su posición hasta el último momento, su inmovilismo no es señal de fortaleza, sino de aislamiento.
Feijóo compareció acompañado por los líderes de su partido, pero sobre todo arropado por miles de ciudadanos que pedían un cambio. Su mensaje fue directo: “España necesita una revolución: la revolución de la decencia y de la libertad. La lideraremos desde las calles, en las urnas y en las instituciones. Para esa revolución que empieza hoy, cuento con todos los ciudadanos honestos y libres de este país”.
Es un mensaje contundente que refleja la dimensión del deterioro político y social percibido por amplios sectores de la sociedad. La situación, aseguran, exige una verdadera catarsis democrática que desmonte el actual entramado de poder, con Sánchez, sus socios y sus apoyos institucionales como objetivo político claro.
La verdadera esperanza de regeneración democrática, concluyen, está en que todas las fuerzas que aspiran al cambio entiendan que solo con unidad se podrá devolver a España su plena condición de democracia libre y sólida.
No se puede engañar más ni ser mas dictador que Franco.