Es propio de
todos los invasores destruir los monumentos, libros, patrimonio y memoria
anterior, sucedió con los romanos, con los bárbaros, con los árabes, con los
cristianos y los franquistas. La norma es entrar a saco y destruir la
biblioteca de Alejandría, la de Sarajevo, todos los libros árabes por el
Cardenal Cisneros, la quema de libro por los nazis, o los fundamentalista en
Irán, Afganistán. Destruir los símbolos y monumentos las estatuas y obras de
arte. ¿De qué no extrañamos?, y es lo que han votado la mayoría de los
ciudadanos madrileños: cambio y aplicar la Ley de Memoria Histórica de
Zapatero. Ahora se censura el pensamiento de Dalí, mañana habrá que destruir
sus cuadros. Esto es simplemente demencial.
Increíble y lamentable
que en los tiempos democráticos en los que nos encontramos los artista sean
todavía identificados por el tiempo político en que vivió. De aquí en
adelante, a nuestros poetas y artistas y personajes lo hemos de nombrar así:
Picasso, republicano, Miguel Hernández, comunistas, Antonio Machado,
republicano, Manuel Machado, franquista, Lázaro Carreter, franquista, Pemán,
franquista, Carrero Blanco, franquista y víctima, Buñuel, republicado. Pío
Baroja, franquista, Azorín, franquista…, Según el equipo de Manuela Carmena,
comunista, alcaldesa de Madrid.
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Incluye a dramaturgos, poetas, pintores y diversas gentes de la cultura, que no tienen las manos manchadas de sangre
Hará unos meses, la alcaldesa
Manuela Carmena
encargó una relación de nombres franquistas a eliminar del callejero
madrileño. El informe, elaborado por la Cátedra de la Memoria Histórica
de la Universidad Complutense, señala las “numerosas calles de Madrid
que continúan conmemorando, a través de los más diversos personajes o
hechos, la sublevación militar de la Guerra Civil y la represión de la
dictadura”. Si lo entiendo bien, se trata de borrar todo lo que huela a
franquista, del mismo modo que Franco y los suyos borraron todo lo que
oliera a rojo. Repaso el extracto de la lista, publicada en EL PAÍS. En
el hit-parade del pasmo figuran nombres como el de la avenida Cerro de
los Ángeles, que conmemora el monumento de Getafe dedicado al Sagrado
Corazón (“fusilado” y luego destruido por los milicianos), el de
Manolete o el de Santiago Bernabeu. O el de Calvo Sotelo, asesinado,
como se sabe, antes de la Guerra Civil. O el de Pedro Muñoz Seca, en
parejas fechas, y cuyo único delito fue, imagino, ser un señor de
derechas que se cachondeó de la ley republicana del divorcio (en
Anacleto se divorcia) y de los sindicatos de izquierda (en
La Oca).
Esta lista incluye a dramaturgos, poetas, pintores y diversas gentes
de la cultura, que no tienen, a mi entender, las manos manchadas de
sangre. Por lo visto, para los historiadores del Comité pesa mucho más
que Jardiel fuera franquista que su fenomenal contribución al teatro
español. Y que Mihura dirigiera durante la guerra el panfleto
La ametralladora
que todas sus maravillosas comedias, rebosantes de humor, poesía,
imaginación y buen sentido. Poco vale la obra de Dalí, parece ser, ante
las aberrantes insensateces que dijo desde Nueva York (y a su vuelta) a
favor de Franco. O que Manuel Machado vuelva a ser “el malo” de los dos
hermanos tras haber sido “el bueno” durante la dictadura. O que un
escritor tan notable como Álvaro Cunqueiro se afiliase a Falange (como
Torrente Ballester, pero parece que don Gonzalo no tiene calle). También
hay que borrar a Josep Pla: su inmensa obra como prosista no vale un
pimiento. Y a Gerardo Diego: su cuarentena de poemarios (y su apoyo a
tantos poetas jóvenes desde su ateneo del Gijón) se va al garete ante
sus loas al dictador y a la División Azul. ¡Suerte que el gran Edgar
Neville no tiene calle en Madrid capital sino en Pozuelo de Alarcón!
Leyendo el extracto del informe he pensado también en el torpe intento
del PP en su anterior mandato de borrar el nombre del ácrata
Fernán-Gómez del Centro Cultural de la Villa, y pienso ahora que este
disparate aún no ha sido enviado al Ayuntamiento, “a la espera de las
últimas comprobaciones”, de modo que la alcaldesa Carmena aún está a
tiempo de obrar con sensatez y no volver a la triste época de las listas
negras. O del ridículo puro y duro.
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El otro de los escándalos tiene que ver con la aplicación de la
Ley de Memoria Histórica y la
retirada
de calles y vestigios de la dictadura franquista de la ciudad. Manuela
Carmena valora que la retirada por error de la placa a los carmelitas
asesinados en 1936 y el resto de fallos cometidos en este sentido son
consecuencia de la falta de protocolo en la norma. "No tiene reglamentos
y por eso se cometió el error. Es fundamental crear un protocolo para
cumplir de manera eficaz" la ley.
Sobre su polémica con la
cátedra de Memoria Histórica que ha renunciado a asesorar a Carmena, la
alcaldesa ha pedido disculpas a sus integrantes si se han sentido
ofendidos. No obstante, ha matizado que ella no ha criticado sus
trabajos, sino que se refería a una información de
El País cuando calificó de "disparate" retirar los nombres de las calles de
Salvador Dalí o
Josep Pla