ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

viernes, 19 de diciembre de 2025

La hipócrita reunión de Yolanda Díaz con Pedro Sánchez

 

                                              (El pico de Yolanda Díaz a Sánchez)

La hipócrita reunión de Yolanda Díaz con Pedro Sánchez

La reunión entre Yolanda Díaz (líder de Sumar) y Pedro Sánchez (Líder del PSOE) no fue un gesto de valentía política ni de coherencia institucional, sino una maniobra calculada para contentar a las bases sin incomodar realmente al poder. Resulta difícil no calificar de hipócrita un encuentro que se presenta como excepcional cuando, en teoría, vicepresidenta segunda y presidente del Gobierno conviven políticamente a diario en el Consejo de Ministros y en la coordinación ordinaria del Ejecutivo.

Díaz pidió públicamente una remodelación del Gobierno en medio de los escándalos de acoso sexual y corrupción que salpican al PSOE. Un gesto que, de cara a su electorado, pretende marcar distancia moral y política. Sin embargo, esa supuesta firmeza se diluye cuando se constata que la petición ya había sido tratada en privado con Sánchez y que, lejos de provocar una crisis real, terminó en una reunión cordial que el presidente no considera en absoluto una deslealtad. La escena pública del desencuentro contrasta con la fotografía privada del entendimiento: crítica dialéctica hacia fuera, complicidad política hacia dentro.

La propia actitud de Sánchez refuerza esta idea. Al minimizar la petición de Sumar y presentarla como una discrepancia lógica entre socios, el presidente deja claro que no percibe amenaza alguna. Más aún, al revelar que la reunión ya se había producido, desactiva el relato de presión política que Díaz intentaba construir. Si el presidente rechaza la remodelación y la vicepresidenta continúa en su puesto sin consecuencias, ¿qué queda de aquella exigencia? Poco más que un gesto simbólico.

Las fuentes gubernamentales, además, alimentan la ambigüedad al no aclarar si el encuentro fue antes o después del Consejo de Ministros. Esa opacidad no es casual: sirve para mantener la ficción de un conflicto que, en realidad, parece cuidadosamente controlado. Mientras tanto, Díaz logra proyectar una imagen de incomodidad ética sin romper con el Ejecutivo, y Sánchez preserva la estabilidad del Gobierno sin ceder a la presión.

Especialmente revelador es el contraste entre el discurso público y la realidad política. Yolanda Díaz denuncia que la inacción del Gobierno puede alimentar a la ultraderecha, pero Sánchez responde desplazando la responsabilidad al PP y a los medios de derechas. Así, el debate sobre la regeneración interna del PSOE se diluye en una confrontación ideológica más amplia, cómoda para ambos socios: uno mantiene el poder, la otra mantiene el relato.

En definitiva, la reunión no fue un acto de fiscalización interna ni un punto de inflexión ético, sino una coreografía política. Yolanda Díaz habla para sus bases, Sánchez gobierna para la continuidad, y ambos se besan metafóricamente en la estabilidad del Ejecutivo. La discrepancia existe, sí, pero es una discrepancia controlada, más teatral que transformadora. Y esa es, precisamente, la raíz de la hipocresía.

 

Yolanda Díaz representa una izquierda que muchos perciben como intolerante en lo ideológico, con rasgos claramente comunistas y una fuerte impronta ecologista. Esta orientación no solo marca distancia con sectores más moderados del electorado, sino que además genera fricciones constantes dentro del propio Ejecutivo. Su forma de hacer política tiende a la confrontación, lo que dificulta la gobernabilidad de un gobierno que, por definición, debería actuar con cohesión y una dirección clara. Un Ejecutivo dividido resulta incomprensible para la ciudadanía, transmite debilidad y reduce la capacidad de tomar decisiones eficaces en un contexto político y económico complejo.

Sin embargo, Pedro Sánchez no puede prescindir de Sumar sin asumir un alto coste político. La aritmética parlamentaria convierte a esta formación en un socio imprescindible para sostener la mayoría de gobierno, lo que obliga al presidente a convivir con tensiones internas y cesiones constantes. Esta dependencia limita su margen de maniobra y refuerza la percepción de un gobierno fragmentado, en el que las diferencias ideológicas pesan más que un proyecto común. Así, la estabilidad del Ejecutivo queda condicionada no solo por la oposición, sino por las contradicciones internas de una coalición difícil de gestionar.

En definitiva, las revoluciones retóricas no sirven para nada.