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ARTICULOS DE OPINION
Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.
Todas las voces critica contra la razón serán acalladas, por los habitantes de las alcantarillas de PSOE, la disciplina de voto se exige mas que nunca, ¿o te callas y pierdes el sueldo? La "pela" manda sobre la convicciones. Diputados/as en el Congreso están preocupados, menos los ministros, porque llegará el día de la investidura done tienen que comulgar con piedras de molino o con tanques de piedra.
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Llamadas
del mando a segundos niveles para que no se rompa el guión: «Quien
critica está con la derecha». Junts dice que hay mediador
("Muerte del Príncipe de Viana", 1887, Museo del Prado, por Vicente Poveda y Juan)
Ramón
Palmeral
ALICANTE.-
2-11-2023. Año Sorolla. Traemos al recuerdo de los aficionados a la
pintura de nuestra "terreta", a un gran pintor, hoy prácticamente
olvidado como es Vicente Poveda y Juan, pintor actualmente en el
olvido, nació en alicantino pueblo de Petrel del Valle del Vinalopó en
20-02-1857, y falleció en 1935, mientras residía en Plaza Navona de Roma. Me
detengo en esta famosa plaza donde estuve con mi mujer hace varios años.
Es un privilegio morirse aquí mirando la Fontana de los Cuatro Ríos, de Lorenzo
Bernini (1651), pienso que esta plaza fue un estadio romano, es uno de
los espacios urbanos más destacados de toda Italia, que reúne esculturas,
fuentes y edificios de gran valor artístico y lugar turístico. La plaza se
levanta sobre el que fue el Stadium de Domicino construido en siglo. I
d.C. El elemento más destacado de la plaza son las tres grandes fuentes, pero
la más importante es como he comentado la de Bernini los cuatro ríos son: Nilo,
Ganges, Danubio y Río de la Plata), data de época barroca.
Es
Poveda autor de un mastodóntico cuadro: "Muerte del Príncipe de Viana", título elheredero Reino de Navarra que, hoy recae en la Infanta Leonor de Borbón).
Firmado Roma 1887. Óleo sobre lienzo. 2,98 x 4,97 m., obra le valió a Vicente
Poveda la tercera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887,
razón por la cual fue adquirida por el Museo del Prado por la cantidad de dos
mil pesetas.
En 1888, siendo director del Prado Federico Madrazo, la obra pasa a Granada
para ser depositada en la Academia de Bellas Artes de la ciudad pero, por
razones desconocidas, este depósito no se hizo efectivo y la obra quedó en el
Museo de Bellas Artes de Granada hasta que, en 1981, se deposita
definitivamente en la Universidad de Granada, pasando a ocupar el testero
principal el Salón de Rectores del Hospital Real.
Se formó
Poveda en la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sus obras estuvieron muy
influidas por las pinturas de autores como Federico Madrazo, Fortuny y Joaquín Sorolla.
Destacó como pintor a la acuarela, de temas de género, costumbristas, paisajes
y escenas galantes dieciochescas, aunque también cuenta en su producción con
retratos de gran mérito. De cuadros coloristas, atractivos, desenfadados.
Según Rico
Navarro (1998), Vicente Poveda nació el 20 de febrero de 1857 en el número 6 de
la calle Mayor de Petrel (Alicante) y fue bautizado en la Iglesia Parroquial de
San Bartolomé. En 1878, gracias a una beca de la Diputación Provincial de
Alicante, estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.
Durante su estancia en Madrid, Poveda se convirtió en socio fundador del
Círculo de Bellas Artes y socio de mérito del Ateneo matritense, como señala
Payá Poveda (2018). Posteriormente, obtuvo una pensión que lo llevó a residir
en Roma a partir de 1882, donde estableció su estudio en vía Marguta 35,
compartiendo residencia y taller con otros artistas prominentes como Vicente
March, Pedro Serrano y otros.
En 1885, al
finalizar su pensión, decidió establecerse permanentemente en Roma, donde
contrajo matrimonio con Carolina Gina Bravesca en 1895, con Francisco Pradilla
y Alejo Vera como testigos. A pesar de su matrimonio, la pareja no tuvo
descendencia. Poveda falleció en 1935 mientras vivía en Plaza Navona 93. Según
Payá y Payá (2016), la vivienda de Poveda, ahora parte de los espacios del
Instituto Cervantes, era propiedad de la fundación pública española "Obra
Pía Establecimientos españoles en Roma", institución propietaria de un
extenso patrimonio urbano en la capital italiana, así como de varios centros religiosos
y culturales. Durante su vida, Poveda pintó un retrato de Pío XI y un cuadro
conmemorativo de la visita de Alfonso XIII a la Iglesia nacional española de
Montserrat y Santiago en noviembre de 1923, aunque estas obras no han sido
publicadas. Se sabe por Navarro y Payá que Poveda fue miembro de la Junta de
esta Obra Pía al menos desde 1927 hasta su fallecimiento en agosto de 1935.
Comentario
sobre la obra de Poveda:
Según
el crítico alcoyano Adrián Espí Valdés en su libro "Pintura
Alicantina," las obras de Poveda, como se caracterizan por una enorme
exquisitez, técnica depurada y colores brillantes. Espí Valdés elogia
particularmente la obra "Paisaje de una terraza en Roma," destacando
la pincelada atrevida y la representación vívida de figuras y paisajes. En cuanto
a su obra "Valle de lágrimas," Valdés la describe como una
representación sombría y triste de la vida, subrayando el uso de colores grises
y verdosos para resaltar el aspecto lúgubre de la escena. Las nubes amenazantes
y los cipreses ensombrecidos contribuyen a la atmósfera general de melancolía y
despedida.
Jerónimo de Espinosa, un
pintor alicantino del S. XVII
Ramón Palmeral /
Pintor y escritor con más de 50 libros publicados
Muchas veces he oído comentar o mejor decir,
quejarnos, a los pintores alicantinos de no tener en nuestra terreta figuras
como Velázquez, El Greco, Sorolla o Dalí o un Picasso representativos en
Alicante. Ello se debe a nuestro desconocimiento de nuestrospintores, por unadejadez en visitar
museos como el GRAVINA, IVAM de Valencia
o el Museo de Arte Sacro de Orihuela, quizás sea una falta de promoción o de
interés porque lo tiempos cambian. Tenemos dos pintores antiguos barrocos
alicantinos como Nicolás Borrás y
Jerónimo de Espinosa, ambos nacidos en Cocentaina (Alicante) en los
siglos XVI y XVII, respectivamente, con obras en el Museo del Prado.
Nicolás Borrás Falcó nació enCocentaina, en, 1530 , falleció en Cotalba,
Valencia, en 1610,Pintor español formado
con Juan de Juanes, cuyo estilo imitó, fue ordenado sacerdote y abrazó la vida
monástica sin dejar la pintura, tal y como atestigua su extensa producción para
iglesias y conventos de la región valenciana. Borrás prolonga en cierta manera
el de su maestro en el reino de Valencia ya entrado el siglo XVII, con
composiciones severas y estáticas, de colores predominantemente fríos, De entre
la obra destaca un “Retablo de las ánimas” para la de basílica de Santa
María de Alicante. Se le atribuye la tabla que representa a San Esteban
ordenado de diácono del retablo de este santo conservado en el Museo Nacional
del Prado (Madrid).
No obstante, voya
dedicarun apunte a una obra que me ha
llamado la atención “La vendedora de verduras” o “La dos moscas”(Museo del Prado) de Jerónimo de
Espinosa. Es una
obra excepcional en la producción del pintor, aunque su habilidad en el
tratamiento de los objetos de bodegón se pone de manifiesto también en algunas
de sus escenas religiosas. Adquirido por el Museo del Prado en 2008, solo la
aparición de la firma «Hierº Jacintº de Espinosa f.» hizo posible su atribución
al pintor, del que no se conocía ninguna otra obra de género costumbrista ni
referencias documentales que indicasen su dedicación a ese género. La verdulera esta cobrando a un joven en maravedíes de cobre, porque lo reales de vellón era una aleación de plata y otros metales. El oro joven que mira al pintor con descaro está mordisqueando un melón.
Jerónimo
Jacinto de Espinosa nació en
Cocentaina (Alicante) en 1600. Era
Cocentaina una próspera y rica localidad hasta su decadencia a partir de 1609
con la expulsión de los moriscos en tiempos de Felipe III, muchos de ellos
salieron por los puertos de Valencia y Santa Pola. Tenía entonces unos 1.000
moriscos y unos 2.000 cristianos Y dejaron de cultivarproductos de la huerta por desconocer el
sistema de riego, con azures y acequias, dejaron los frutales y la morera de la
seda muy estimada en la comarca de la Marina Alta como Poloppor su calidad y coloridos. Posteriormente se
recuperó la prosperidad graciasal as gestiones
del duque de Medinaceli.
Jerónimo se formó en Colegio de Pintores junto
con su hermano Antonio Luis, donde, a partir de la muerte de Francisco Ribalta en
Valencia en1628, se convirtió en el pintor de mayor prestigio de la ciudad y
cabeza indiscutible de la escuela valenciana. Competía como José
Ribera “El Españoleto” nacido en Játiva en 1591.
Jerónimo fue
un trabajador concienzudo, han llegado de él algunos dibujos que permiten
hacerse una idea de su sistema de trabajo, con estudios hechos del natural en
los que se apoya el realismo de su pintura. La preparación de sus lienzos, a
base de una capa de cola y otra de aceite de linaza le facilitaba el trabajo
rápido. Sobre la base, de tono cálido y brillante, restregaba el pincel a la
manera veneciana, con veladuras y pasta fluida. El resultado, la brillantez del
color elogiada por sus contemporáneos, ha tenido también como consecuencia la
ruina de muchos de sus cuadros, al adherirse deficiéntemente el color a la tela
por la dureza de la preparación.
Son pintores
alicantinos olvidados hoy día que dormitan en los museos del Barroco y que deben ser, al menos recordados.
Notas
Ramón Palmeral ha colaborado con el Diaria Información y Alicante Plaza en temas de pintura
Buscando campos de viñedos, llegó a Jávea.
Le hablaron de su tierra, rica y fructífera. Grandes extensiones de
campo con el que inspirarse y llenar sus lienzos de dibujos y de
colores. Tenía el encargo de Rafael Errázuriz,
diplomático chileno, de hacer unos paneles donde reprodujera todo lo que
tiene que ver con la plantación y recogida de la uva. Y pintó
agricultores, grandes cuadros donde reproducía su duro trabajo y en
donde la uva es la protagonista.
Pero lo que a Joaquín Sorolla más le llamó la atención no fueron sus campos, sino el mar de Jávea, su costa rocosa y escarpada. Sus
pequeñas calas donde las olas acarician la orilla. El color de la
tierra en contraste con el Mediterráneo. Sus aguas cristalinas. Y la
luz, luminosa y clara. Le embrujó tanto que volvió en diversas
ocasiones. Ya verá, ahora le cuento.
Sorolla llegó agotado a Jávea desde Dénia a lomos de un burro. Era un 6 de octubre (de 1896).
Pero conforme se iba acercando a esta localidad le iba cambiando la
cara. Le impresionó el paisaje. Su esfuerzo, su cansancio, habían
merecido la pena.
Unos días después,
mandó un telegrama a Clotilde, su mujer, con la excitación de su
descubrimiento. “Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para
pintar. Supera todo. Estaré algunos días. Si estuvieras tú, estaríamos
dos meses”.
Sorolla
estaba habituado a las playas llanas y arenosas de Valencia donde pintó
a pescadores con sus barcas, a mujeres y niños paseando por la orilla, …
Pero en Jávea descubrió otra naturaleza más escarpada con enormes
acantilados maltratados por el viento y playas rocosas donde los pinos
se bañan en el mar … Su belleza le llamó la atención. En Jávea y en sus alrededores descubrió su luz reflejada en el mar, en las rocas, … En el paisaje. Le impactó mucho y esto lo reprodujo en sus cuadros.
Para
pasar esos días alquiló una casita, antes de pescadores, en la Caleta. A
su mujer le escribió que “aquí vivo solo, con un criado que me
proporcionó un señor del pueblo. La casa es pequeña pero muy bonita, es
solo para mí, la he alquilado para estos días que necesite hacer mis
estudios”.
Fue agasajado en el
Ayuntamiento y le acompañaron a visitar el pueblo y sus alrededores.
“Estoy muy obsequiado – escribió Sorolla – parece que esté entre gente
que me conozca de tiempo, ayer no me dejaron hacer nada, pero acompañado
de la plana mayor visitamos todo el pueblo, tiene una iglesia gótica
completa”. Disfruta del paisaje, no oculta sus emociones. “¡Qué
maravilla de país este!, no salgo de mi asombro, es preciso volver y
pasar dos meses de trabajar firme pues hay cosas magníficas que hacer”,
escribió a su mujer.
En un momento de
descanso, sólo, sentado sobre una silla de enea, con su lienzo, su
paleta y sus pinceles, Sorolla dibujó la escena que tenía delante desde
el interior de una casa. Frente a su puerta, abierta, un muelle, el mar y
el Cabo de San Martín al fondo. En el marco de la puerta, se apoya un
niño tímido que le observa, le sonríe y se queda mirando. Pintó este
instante, a contraluz, una escena que casi es un retrato fotográfico. Es
lo que queda representado en El Xiquet de Jávea, uno de sus primeros
cuadros pintados en esta localidad.
Hizo
diversos viajes a Jávea. Del 6 al 14 de octubre de 1896, pintando cinco
pinturas de paisajes y dibujos para sus paneles. Del 4 al 21 de junio
de 1898, 11 cuadros de paisajes de Jávea a pesar de tener una
climatología adversa y molestias estomacales. Del 5 de agosto al 18 de
octubre de 1900 Sorolla acude a Jávea con su mujer y sus tres hijos
pintando cuadros relacionados con la uva y con la pasa, imágenes de
pescadores y – de nuevo – el paisaje de Jávea. En este periodo pintó 35
obras. Del 10 de julio a mediados del mes de septiembre de 1905 Sorolla
visita Jávea otra vez con su familia. Sigue pintando paisajes, pero
sobre todo a nadadores mostrando transparencias, refracción del agua y
reflejos con colores cálidos. Hizo 82 pinturas, nada menos. Entonces
preparaba su exposición de París donde se le consideró un excelente
pintor y tuvo un reconocimiento internacional. Sorolla volvió a Jávea el
13 de enero de 1919 para observar de nuevo su maravilloso entorno, sus
tierras y su costa. Casi como una despedida.
En total hizo unas 136 pinturas y más de 200 dibujos en Jávea y sus alrededores.
En concreto, en el puerto, la caleta del Racó, el cabo de San Antonio,
la cala Tangó, al Grava, el Montañar, el Arenal o el Portichol.
Este es el año Sorolla (1863-1923). Conmemoramos cien años desde su fallecimiento. “Joaquín Sorolla es conocido como el pintor de la luz y del mar”, escribe la historiadora de arte Carmen Grau. Y
sigue manifestando que “las personas que aparecen en sus cuadros están
siempre bañadas por una luz muy intensa y brillante. Predominan colores
como el azul, el lila, el rosa, el naranja o el verde, pero, sobre todo,
el blanco. Su pincelada es larga, rápida y enérgica. Esto es así porque
Sorolla quería captar el instante que pintaba igual que si hiciese una
fotografía”.
El Museo de Bellas Artes Gravina en Alicante está haciendo una exposición monográfica sobre el arte de Joaquín Sorolla con el título de Sorolla y la pintura de su tiempo. Diálogos y contrastes,
que durará hasta el 25 de junio de este año. No se la pierda. Y en toda
España se están haciendo exposiciones, conferencias, publicaciones de
libros, etc, para reconocer su talento.
Sorolla en Jávea, 1900. FOTO: colección particular.
1/11/2023 -
ALICANTE.
En este Año Sorolla, está pasando desapercibida, sobre todo en medios
nacionales, la relación que mantuvo Joaquín Sorolla con la provincia de
Alicante. Recordemos que se desplazó hasta en seis ocasiones y que
visitó una docena de sus poblaciones, permaneciendo casi nueve meses en
total, lapso de tiempo en que ejecutó centenares de obras, muchas de
ellas consideradas como las más relevantes de su legado. Y tampoco
debemos olvidar sus lazos de amistad con intelectuales y artistas
alicantinos.
Esto será, pues, lo que
abordaremos aun sucintamente en las líneas que siguen basándonos,
principalmente, en los escritos de los historiadores David Gutiérrez
Pulido y el alicantino Joaquín Santo Matas, fallecido hace ahora un año,
cuya aportación cultural sobrepasa ampliamente el ámbito histórico de
su especialidad.
Del vino a un paisaje sublime
A
finales de 1895, Sorolla recibió el encargo de pintar una serie de
paneles sobre el proceso de la obtención del vino. Buscando escenarios
que lo inspirasen —era un pintor naturalista y la invención no cabía en
su mente—, diversas personas le aconsejaron que se desplazara al litoral
norte de nuestra provincia. Aceptó la sugerencia y el mes de octubre
del año siguiente cogió sus bártulos y se dirigió a la Marina Alta. Pasó
un día en Dénia, pero no encontró viñedos con gente
recolectando uva, que era el primer paso de dicho tema pictórico; aunque
descubrió, de forma casual, el rico universo de la producción de la
pasa del que tomó nota. Y no sería de extrañar que algún lugareño
instruido le informara de que, precisamente, esa uva seca alicantina la
menciona Daniel Defoe en su Robinson Crusoe.
Prosiguió su camino y pisó Xàbia
donde sí halló el tema que buscaba, además de ver que allí también se
desarrollaba la industria de la pasa. Pero el mismo día de su llegada se
topó con algo que cambió su horizonte creativo: su paisaje. Enseguida
telegrafió a su esposa Clotilde (hecho inusual pues solía escribirle
cartas): “Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar.
Supera a todo. Estaré algunos días”. En este primer viaje, en el que
estuvo una semana, recorrió su extenso término y pintó sus primeros
óleos. Además, hizo un hueco para saludar a unos viejos amigos que
vivían en Jesús Pobre y donde, probablemente, también pudo contemplar el mundo de la pasa, común a toda la comarca
La pasa de Alicante en Robinson Crusoe.
Un
par de años más tarde efectuó un segundo viaje a Xàbia que se prolongó
el doble de días; y otros dos más a principios del S. XX, acompañado por
su familia, permaneciendo en cada uno dos meses y medio. Durante sus
estancias en tierras xabieras ejecutó 134 óleos y más de 200 dibujos en
los que plasmó la más diversa temática: la elaboración del vino y de la
pasa, parajes costeros y rústicos, escenas costumbristas… En ese tiempo
siguió haciendo excursiones por localidades cercanas como Moraira, donde pintó dos óleos. No volvería a la comarca hasta 1919.
Su discípulo preferido: Emilio Varela
Sorolla guardaba amistad con diversas personalidades de la sociedad alicantina; y, según apuntan algunas fuentes, Rafael Altamira, Vicente Bañuls y Heliodoro Guillén,
conocedores de la calidad de Emilio Varela, lo recomendaron a Sorolla
para que se formara en su estudio. Este lo admite y en 1905 parte para
Madrid. Varela llegó a ser su alumno predilecto e, incluso, llegó a llamarle cariñosamenteVarelita.
Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906 con un cuadro que recibió una Mención Honorífica, distinción de gran valor y más para un desconocido pintor de provincias de tan solo 19 años.
Desgraciadamente, Varela tuvo que regresar a Alicante al año siguiente
por razones económicas y no volvió a coincidir con su maestro hasta una
década después.
Varela en el estudio de Sorolla, 1906. FOTO: Fundación Mediterráneo
El Palmeral esquivo
Entrado el S. XX, The
Hispanic Society le encargó a Sorolla catorce enormes paneles con
motivos españoles para exponer en su sede neoyorkina, y uno de los que
eligió fue El Palmeral de Elche. Así que a finales de
septiembre de 1918 marchó en tren a Alicante, junto con su hijo, donde
se reencontró con Guillén y Varela que lo acompañaron a Elche
para ver el Palmeral y tomar apuntes. “Elche es muy interesante para la
obra por lo original, no parece Europa, es algo raro tantos miles de
palmeras”, escribió a su esposa. Pero la circunstancia de ver dátiles
sin madurar y la terrible epidemia de gripe que azotaba la ciudad lo
retraerían de esa localización muy a su pesar. Curiosamente, en el
trayecto se fijó en un palmeral que había a la salida de Alicante que le
hizo pensar que podría ser una alternativa.
Guillén, Sorolla y Varela en el Palmeral de Elche (1918). FOTO: Museo Sorolla.
Finalmente,
a mediados de octubre, obsesionados por contagiarse, los Sorolla
volvieron a Madrid. Regresó un mes después, esta vez en compañía del
pintor Alfredo Carreras; y, mientras decide qué hacer, se entrega a la dolce far niente: paseos por la Explanada y el puerto, acude al Teatro Principal, al cine y a los balnearios del Postiguet...
"Esta vida tranquila no es mala, pero hay que acostumbrarse a ella,
¡quizás es la mejor del mundo!", manifestó en ese ínterin. Pero ese
solaz termina cuando su amigo Juan Soler le ofreció
pintar en su finca a las afueras de Alicante, que también albergaba un
palmeral, precisamente el que había visto. Aunque de menores dimensiones
que el de Elche, aceptó entusiasmado pues le servía para su obra.
Enseguida
se puso en marcha y con la ayuda de Carreras y Varela prepararon su
estudio al aire libre. Fijaron el enorme lienzo en el terreno y
dispusieron el tinglado para trabajar en las partes más altas. Mandó
construir un horno igual a uno que había visto en Elche, solicitó que
localizasen a modelos (que percibirían su correspondiente remuneración) y
encargó que le hicieran un reportaje fotográfico del palmeral
ilicitano. Es decir, aunque la pintura se realizó en Alicante, se basó
en las estampas de Elche.
Carreras y Sorolla en la Explanada de Alicante (1918-19). FOTO: Museo Sorolla.
En
una entrevista que concedió a un diario en diciembre le preguntaron
“¿Cuánto tiempo espera usted permanecer aún en Alicante?”, a lo que
respondió “Todo el mes, pero el clima este es tan agradable que estaría
aquí toda mi vida”. Los Guillén, que solían invitarlo a su casa, un día
le prepararon un arroz con costra que le impresionó: "¡Un plato
alicantino riquísimo!".
Con el fin de
no paralizar la obra, pasó las Navidades en Alicante. El día de
Nochebuena compró en la feria cascaruja y juguetes para su nieto, jugó
al billar en el casino, cenó en casa de los Guillén y luego acudieron a
la Misa del Gallo en San Nicolás". Visitó a finales de año a Óscar Esplá en su finca de Santa Faz en
compañía de Carreras y Varela. Esplá comentó que durante el encuentro
Sorolla afirmó lo siguiente sobre Varela: “Este chico ve el color mejor
que yo, será un pintor extraordinario”. Unos días después, Sorolla
realizó otra escapada a Busot.
Sorolla en el Club de Regatas de Alicante (1919). FOTO: Museo Sorolla.
Finalmente, el 9 de enero de 1919 terminó el Palmeral, y hasta que se secara decidió seguir conociendo la provincia. Visitó Benidorm, Calpe, Gata y, de nuevo, Dénia y Xàbia; y unos días después Orihuela donde admiró su rico patrimonio artístico, incluyendo sus Salzillos.Entre
ambos viajes, se le rindió un homenaje en el Club de Regatas con un
banquete a base de ostras, salmón, solomillo y otros manjares regados
con Riojas, Biscuit glacé y Tortada de Elche acompañados de Moët &
Chandon, y todo ello amenizado por un sexteto.
Ya
seco el lienzo, lo facturó en tren y el día 19 regresó a Madrid.
Joaquín Sorolla no volvería más a tierras alicantinas. Falleció cuatro
años después.