ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

martes, 31 de agosto de 2021

Amadeo I, rey constitucional de España estuvo en Alicante

 El 4 de diciembre de 1870 la delegación española, compuesta por 24 diputados a Cortes y encabezadas por el propio presidente, Manuel Ruiz Zorrilla, fue recibida en el palacio florentino Pitti por Víctor Manuel y su hijo. La partida de Amadeo se fijó para el 25 de diciembre en la fragata Numanzia, para poder hacer su entrada en la capital el primer día de año nuevo. Su esposa permaneció en Turín convaleciente de su segundo parto pero, cuando se recuperó, salió hacia España el 9 de marzo de 1871 y el rey fue a recibirla a Alicante el día 17. 

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Un breve y accidentado reinado

El 4 de diciembre de 1870 la delegación española, compuesta por 24 diputados a Cortes y encabezadas por el propio presidente, Manuel Ruiz Zorrilla, fue recibida en el palacio florentino Pitti por Víctor Manuel y su hijo. La partida de Amadeo se fijó para el 25 de diciembre en la fragata Numanzia, para poder hacer su entrada en la capital el primer día de año nuevo. Su esposa permaneció en Turín convaleciente de su segundo parto pero, cuando se recuperó, salió hacia España el 9 de marzo de 1871 y el rey fue a recibirla a Alicante el día 17. Cuando Amadeo llegó el 30 de diciembre a Cartagena conoció inmediatamente la noticia de la muerte de Prim. Ya en Madrid, en el palacio de las Cortes, tuvo lugar el juramento, la visita a la viuda de Prim y la fría acogida del pueblo madrileño, especialmente evidente por parte de la aristocracia que mantuvo cerradas puertas y ventanas ante el paso de la comitiva regia, como muestra de su rechazo ante una dinastía, extranjera, y que había sido instaurada por una revolución. Esta actitud se hizo extensiva a la reina y fue puesta de manifiesto en varias ocasiones. Así, por ejemplo, fue muy difícil encontrar alguien para que ocupara el puesto de camarera mayor de M.ª Victoria. Uno de los incidentes más conocidos en este sentido fue el de «las mantillas», protagonizado por damas isabelinas y carlistas que las lucieron con símbolos isabelinos y carlistas. También los desaires sufridos por la reina en un concierto en el Retiro, en otoño de 1872: cuando M.ª Victoria llegó todos los asientos estaban ocupados pero nadie se levantó para ceder su sitio. El nacimiento del tercer hijo de los reyes, Luis Amadeo, desencadenó una verdadera crisis de gobierno al no ser aceptados de buen grado por el presidente del Gobierno los deseos de privacidad expresados por el rey en la noche del alumbramiento. Un malestar que se hizo especialmente evidente en el banquete organizado para celebrar el nacimiento y bautizo del príncipe, ya que solo concurrieron al evento la mitad de los invitados esperados.

A su llegada a España las expectativas sobre las actuaciones de Amadeo eran muy grandes y lógicamente desbordaron las posibilidades reales de ejercer el poder que poseía el nuevo monarca. Pérez Galdós señala que de él se esperaba que removiese «el fondo de la superficie política, las costumbres políticas, como un rey nuevo, un rey de fuera que nos diese lo que no teníamos y acabara con el tejemaneje moderado y unionista». En alguno de los poemas que se escribieron para ensalzarle se apela al monarca que «a nuestros reveses pone fin y sienta ley» y, en otros, se presenta como el «padre», «defensor», «protector», «sacerdote que no engaña en los altares de la nueva ley», cuyo reinado supondría «liberales remedios» a todos los males, de un país enfermo al que Amadeo «vino a curar».  El rey «justo, libre y esforzado» llenaría la nación «de paz, de gozo, de ventura, iris consolador de bienandanza».

Los reyes, desde el principio, dieron pruebas sobre su voluntad de propiciar la cercanía popular: viajaban en los tranvías, asistían a conciertos populares, entraban en las tiendas, tomaban helados en el café y no tenían un lugar reservado en la iglesia. En el palacio vivieron de forma muy modesta y desde el principio se mostraron muy preocupados por los más necesitados, especialmente la reina, cuya labor benéfica fue puesta de manifiesto en muchas ocasiones: la inauguración del asilo para las lavanderas, un hospital para niños desamparados, una casa-colegio para los hijos de las cigarreras, reparto periódico de alimentos entre los pobres de la capital, etc. La imagen de la reina era la de una mujer muy piadosa, cercana a los más desfavorecidos, sin embargo su actitud fue criticada por monárquicos y republicanos que veían en estos actos una mera demostración de propaganda y un excesivo acercamiento de la reina a los sectores más conservadores de la sociedad y la política.

Desde la perspectiva política, cabe indicar que en los dos años que duró el reinado se celebraron tres elecciones generales y hubo ocho ministerios, presididos por Serrano, Ruiz Zorrilla, Malcampo y Sagasta. Durante este periodo se consolidó la  escisión entre los seguidores de Prim, sagastinos y zorrillistas, y la ruptura definitiva de la coalición que había impulsado el proceso revolucionario en 1868. Las divisiones gubernamentales y el clima de inestabilidad creciente que rodeaba al monarca trataron de paliarse con una imagen del rey activo, preocupado por los males que afectaban al país y deseoso de conocerlos de primera mano. Se organizaron viajes por toda España para propiciar un mayor apoyo popular, aunque acontecieron algunos altercados en aquellas provincias cuya población demostraba una clara afinidad hacia el republicanismo. También surgieron nuevos problemas con los carlistas, que iniciaron una nueva guerra civil en abril de 1871.