Mercosur, la gota que colma el vaso
La
agricultura mediterránea viene de unas campañas lastradas por los bajos
precios como consecuencia directa de la política que se ha instaurado en
el seno de la Comisión Europea, que ha tomado por sistema utilizarnos
como moneda de cambio en todos los tratados que firma con terceros
países.
Acuerdos que empezaron hace años con
Marruecos, Turquía, Egipto, Australia-Nueva Zelanda, Indonesia,
Filipinas… y, más recientemente, con Sudáfrica. Tratados que Bruselas
justifica como mecanismo comercial que sirve como vehículo para fomentar
los principios y valores europeos y con los que “presuntamente”
consigue el cumplimiento de condiciones ambientales y los derechos
sociales de los firmantes. Sin embargo, en la práctica, la finalidad
resulta ser bien distinta. Los puertos de Rotterdam y Marsella son un
auténtico coladero de frutas y hortalizas que entran en nuestro mercado
sin cumplir los estrictos estándares sociales, fitosanitarios y
ambientales que nos requieren a los productores europeos. Ya en 2015 los
exportadores citrícolas sudafricanos decidieron evitar los puertos de
entrada españoles y concentrarse en Rotterdam, donde imperan unos
controles más laxos, primero, porque las plagas agrícolas del sur de
Europa en el norte no preocupan mucho y, segundo, porque las alianzas de
intereses económicos entre holandeses y sudafricanos también juegan a
su favor.
La realidad es que en términos económicos
el acuerdo con Sudáfrica nos ha salido muy caro a los españoles. El caso
más gravoso lo tenemos en los cítricos, donde este año hemos tenido una
campaña históricamente desastrosa, con pérdidas que superan los 800
millones de euros en naranjas y mandarinas y los 250 millones en limón a
nivel nacional, como consecuencia directa de la entrada de naranjas y
mandarinas de Sudáfrica, que provocaron un colapso al inicio de nuestra
campaña, lastrando también el desarrollo posterior de la misma.
Por si no tuviéramos suficiente, ahora
llega Mercosur, la gota que colma un vaso lleno hasta la bandera.
Acuerdo alcanzado, aún no firmado, que permitirá a empresas españolas y
europeas acceder sin barreras a los países que lo componen (Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay). Un acuerdo que beneficiará principalmente
al sector industrial europeo (automoción, accesorios, textil, calzado)
pero que, por supuesto, como Sudáfrica, tiene un precio a pagar
¿Adivinen quién va a poner la cara otra vez? Nosotros, los agricultores.
La contraprestación es la siguiente: estos
países van a poder exportar sus frutas y hortalizas a la Unión Europea
con aranceles irrisorios. Unas producciones que, de nuevo, no cumplen
con los estrictos protocolos fitosanitarios y laborales que se exigen a
los agricultores europeos. Cultivar una naranja en los países
sudamericanos es al menos tres veces más barato y, recogerla, hasta
diez. Esto generará una competencia desleal sin precedentes que
desembocará otra vez en un perjuicio económico millonario para los
agricultores mediterráneos.
Además, el acuerdo contempla eliminar los
aranceles al zumo brasileño, lo que impactará directamente sobre la ya
maltrecha citricultura española. Y es que, aunque el Gobierno no nos ha
aclaro aún las condiciones de Mercosur, el Gobierno de Brasil sí lo ha
hecho con sus tres grandes corporaciones que controlan las tierras y las
plantas de zumo. Lo más importante es que los aranceles al zumo de
naranja concentrado brasileño desaparecerán progresivamente en diez años
y los de zumo 100% exprimido, en siete. Conclusión: la supresión de los
aranceles perjudicará al precio en origen, poniendo en peligro el
tejido económico de las zonas productoras e, incluso, el modelo agrícola
europeo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente, mientras que
en Brasil tan solo favorecerá a tres multinacionales y no al pequeño
agricultor.
Si el acuerdo con Mercosur se materializa
en los términos estipulados, no vamos a poder competir con ellos. Por
ello, pedimos responsabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, que revise y
analice el impacto económico que puede tener en el sector primario de
nuestro país. Insistimos en que no queremos compensaciones por un mal
acuerdo, sino una rectificación urgente de las condiciones.
Los productores mediterráneos no tenemos
miedo a competir, ya estamos curtidos en este tema. Tenemos la absoluta
certeza de que nuestras naranjas, mandarinas y limones tienen una
calidad diferenciada, ya que se basan en un modelo de producción que se
sustenta en una seguridad alimentaria y un respeto medioambiental único
en el mundo. Lo que no queremos es que nos tomen el pelo ni a nosotros,
ni a los consumidores. Competencia sí, pero con las mismas reglas de
juego para todos.
Eladio Aniorte Aparicio, presidente Jóvenes Agricultores ASAJA Alicante