Putin se come con patas a Trump con el acuerdo de paz sobre Ucrania de los 28 puntos
La
reciente propuesta de paz de 28 puntos sobre la guerra en Ucrania ha
sido interpretada por muchos como una jugada en la que Vladímir Putin
aventaja ampliamente a Donald Trump, al que se come con patadas fritas.
El presidente ruso, descrito a menudo como "zorro blanco de Siberia" es
un estratega frío y calculador del KGB con el llamado "Telón de Acero"
durante la Guerra Fría. Actúa movido por una visión histórica: restaurar la esfera de influencia que tuvo la Unión Soviética bajo Stalin,
incluso si ello implica un elevado coste humano. Para él, el individuo
importa poco frente a la idea de un imperio ruso fortalecido. Y no ve a
Europa como un socio fiable sino como un enemigo, crassus errare.
Donald Trump, por su parte, responde a una lógica distinta.
Empresario de Nueva York antes que político, su prioridad parece ser
cerrar acuerdos rápidos que refuercen su imagen de negociador eficaz.
Según esa percepción, estaría dispuesto a promover una “paz” entre
Ucrania y Rusia que, aunque acelerada y superficial, podría comprometer la dignidad y los intereses tanto de Ucrania como de Europa.
Lo esencial para Trump sería facilitar un entendimiento con Moscú que
abra oportunidades económicas —como su proyecto de un corredor o túnel
en el estrecho de Bering— ante lo que considera un mercado enorme y
ansioso de inversión. "Dame pan y dime tonto".
Sin embargo, Trump es visto por muchos como un socio poco fiable.
Sus compromisos parecen cambiar con facilidad y sus promesas suelen
durar lo que tarda en surgir un nuevo cálculo político. Se rompen como
el papel higiénico. Zelenski habría experimentado ya estas oscilaciones,
a través de invitaciones a Washington y promesas que luego se diluyen,
ya sea sobre material militar o sobre concesiones territoriales. En este
escenario, Trump habría sugerido que Ucrania ceda a Rusia los
territorios ocupados desde 2014 y 2022, lo que sería interpretado como
una rendición encubierta, o sea, unas capitulaciones. ¿De que sirvieron
la cesión y explotación de las "tierras raras"?
El comandante ucraniano Bogdan Krotevych lo expresó con contundencia en X: cualquier propuesta que reduzca la capacidad militar de Ucrania no puede llamarse plan de paz, sino invitación a rendirse. Según él, dejar al país con un ejército disminuido lo convertiría en presa fácil de un Estado revanchista que ya ha demostrado ignorar acuerdos previos. No sorprende, por ello, que buena parte de la población ucraniana perciba este plan estadounidense como una capitulación disfrazada.
El analista político Vitali Portnikov señaló que la reducción del apoyo militar estadounidense ya está erosionando la capacidad de Washington para influir en Kiev. Y por ello, el autoproclamado Emperador del mundo Donald Trumpo, Aun así, la inteligencia que Estados Unidos proporciona sigue siendo crucial para las operaciones ucranianas, incluidos los ataques sobre territorio ruso. Muchos temen que, si Ucrania cae bajo presión, los siguientes objetivos de Moscú podrían ser otros países europeos fronterizos.
El presidente Volodímir Zelenski, en un discurso de diez minutos, reconoció que el país atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia. Admitió que el plan de 28 puntos —percibido como especialmente favorable a Rusia— coloca a Ucrania ante una decisión desgarradora: aceptar condiciones que podrían destruir su dignidad nacional o arriesgarse a perder el apoyo de un aliado estratégico. Trump incluso ha fijado plazos, sugiriendo que espera una respuesta de Kiev antes del próximo jueves.
Según fuentes estadounidenses, Washington habría insinuado que pondrá fin a su ayuda militar si Ucrania no acepta la propuesta, cuyo borrador contempla permitir a Rusia mantener el control de áreas de Donetsk pendientes de ocupación, reducir el ejército ucraniano y eliminar sanciones contra Moscú, a cambio de vagas promesas de seguridad.
Zelenski advirtió que, si Ucrania acepta estos “28 puntos difíciles”, tendría que confiar en un Kremlin que ya ha invadido el país en dos ocasiones. Eso significaría —según sus palabras— resignarse a vivir sin libertad, sin dignidad y sin justicia. Si, por el contrario, rechaza el plan, el país podría enfrentarse a un invierno particularmente duro y a nuevos peligros, potencialmente mayores que los vividos hasta ahora.
Conclusiones
Ramón Palmeral
Colaborador de Nueva Tribuna de Madrid
