La desprestigiada marca de Cataluña
La marca Cataluña atraviesa una profunda crisis de prestigio, una herida que ella misma se ha infligido y que no termina de cicatrizar. El principal mercado de los productos catalanes —especialmente en el sector alimentario— es el resto de España. Sin embargo, las continuas noticias sobre un posible proceso de independencia han generado una creciente animadversión hacia productos típicamente catalanes, como embutidos, vinos o medicamentos elaborados en esta comunidad.
El expresidente fugado Carles Puigdemont insiste en reclamar una amnistía que muchos consideran ilegal, cuando debería responder ante la justicia. Para recibir una amnistía, primero hay que haber sido condenado, y Puigdemont líder de Junts huyó para someterse a la Justicia. Su actitud, lejos de favorecer la marca Cataluña, contribuye a desprestigiar su imagen y la de sus empresas. Si se diera el caso que Puigdemont (Puchi) regresara a España por la ley de Amnistía se va a armar una gorda en el resto de España e incluso en Cataluña por lo no independentistas. Supondría un fuerte varapalo para el partido socialista PSOE.
Otro partido independentista, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), tampoco ayuda a mejorar la situación con un Rufían que va dando bandazos. El clima de boicot de los españoles hacia productos catalanes es evidente: muchas fábricas ubicadas en Cataluña prefieren omitir la mención de su comunidad autónoma en las etiquetas para no perder ventas.
El desafío independentista ha provocado una crisis de confianza sin precedentes en la economía catalana. La inestabilidad política y la inseguridad jurídica que generaron los planes del Gobierno cesado de Carles Puigdemont dieron lugar a una fuga masiva de sedes sociales de sectores estratégicos para la primera economía de España por el art 155 C. y generaron un deterioro inmediato en el mercado laboral y en sectores como el turismo, el comercio y la vivienda.
Conviene recordar que Cataluña es una de las 17 comunidades autónomas que forman España, según la Constitución de 1978. Pretender lo contrario es vivir fuera de la realidad.
