Quienes ya somos adultos y acumulamos cierta experiencia en la vida, llegamos inevitablemente a una conclusión: el miedo exacerbado de Carlos Mazón a ocultar o decir la verdad de la tarde de la DANA podría costarle mucho más que una simple polémica política -ha tenido que dimir un años después-; podría costarle incluso su matrimonio. Ella ya lleva ocho años divorciada.
Las posibles infidelidades, cuando se mantienen en el ámbito privado, pueden encontrar una solución dentro de la intimidad de una pareja. Sin embargo, cuando esas situaciones se vuelven públicas, el daño es más difícil de contener y aún más complicado de reparar.
En este caso, todo lleva a un punto clave: la tarde de la DANA del 29 de octubre de 2024, después de la comida en el restaurante el Ventorro con la periodista Maribel. Lo que ocurrió a continuación —y especialmente dónde estuvo Mazón esa tarde— podría ser la pieza que explique las contradicciones y silencios de ambos. Si, como parece, hubo un cambio de ropa posterior, todo indica que éste se produjo en la vivienda de Mazón en Valencia, su “piso de soltero”, ya que oficialmente reside en Alicante con su esposa y sus dos hijos.
La coincidencia de versiones y el aparente pacto de silencio solo refuerzan la sospecha de que ambos mienten por razones personales. Lo demás, como en toda investigación, es cuestión de aplicar la lógica —una lógica casi policial de la jueza— para atar cabos. Los escoltas tampoco pueden mentir, cuando con preguntados por un juez en caso de incumplir la Constitución o hay víctimas mortales. Serían acusados de encubridores.
Al final, todo se aclarará.
