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ARTICULOS DE OPINION
Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.
jueves, 12 de febrero de 2009
MIRAR UN CUADRO: MARYLA DABROWSKA
MIRAR UN CUADRO: MARYLA DABROWSKA
OBRA: REFLEJOS DE UNA CONVIVENCIA
Durante toda mi vida he sido un lector empedernido. Recuerdo, el misterioso encanto que en mi adolescencia y juventud, tenían para mí los nombres de las heroínas de las diversas literaturas eslavas que, con frecuencia, llevaban nombres que terminaban en “ka”: Ninoska, Waleska, me sonaban como el de seres de un mundo enigmático y por ello atractivo.
Por eso Maryla Dabrowska, nuestra invitada de hoy a este taller de MIRAR UN CUADRO, tan alicantina ella, como para haber nacido en la calle Ferré Vidiella, justo al costado de la Diputación, y pasado parte de su infancia y juventud en su casa familiar situada frente por frente con la Iglesia de Santa María, siempre ha sido para mí un nombre sugerente, que aplicado a esta singular mujer, aun la realzan mas.
Tanto el nombre como el apellido paterno, son de raíz y origen polaco, porque su padre, -un hombretón rubio de ojos claros que aun vive-, en su deambular por el Mundo como expatriado de su Polonia natal, tras la Segunda Guerra Mundial, recalo en el puerto de Valencia y por una enfermedad ocasional, perdió el “barco ingles” en el que navegaba, pero encontró a la mujer que no le dejo que volviera con las que había dejado en otros puertos, pues la valenciana se sabía bien la popular canción y le hizo dejar para siempre la mar y a todas sus rivales. Luego vinieron a vivir en Alicante y aquí echaron raíces y le nacieron tres hijos además del que ya traían de Valencia.
Maryla se educo desde la infancia en el Colegio de Jesús María, y allí encontró la “horma a su zapato” en la Hermana Juana María, que apoyo e incluso estimulo, la patológica afición que desde que se reconoce tenia Maryla, a dibujar todo lo que se ponía en su campo visual.
Y es allí, en ese Colegio, donde ahora pone en práctica, como profesora de Arte y Manualidades, el espíritu artístico creativo que a ella le trasmitió en su niñez, la octogenaria y popular Hermana.
A los trece años la rubia y angelical niña, se hace con su primer galardón artístico, al ganar el VIII Concurso de Dibujo Infantil que patrocinaba la Caja de Ahorros del Sureste de España (hoy Caja del Mediterráneo).
Estimulada por el premio se inscribe como alumna de la pintora Licenciada en Bellas Artes y hoy socia nuestra, Ángeles Benimeli, quien encauza durante tres años el desbordado torrente del incansable lápiz de nuestra Maryla, y le da la solidez académica necesaria para emprender su aprendizaje pictórico, que se hace público en el ochenta, con su primera exposición individual en el Circulo Medina de nuestra Capital, donde vende, a disgusto por tener que desprenderse de ella, toda la obra expuesta.
Luego continúa con su aprendizaje, asistiendo a Cursos, de Pintura, Grabado, Arte Cinético, Diseño y Montaje de Exposiciones y uno especial de tres meses de duración en la Facultad de Bellas Arte de San Carlos en Valencia. También hace sus pinitos en el modelado escultural bajo las enseñanzas del escultor Picó
Mientras tanto y habiendo llegado a una edad (los veinte añitos) en la que hay que tomar la senda de los elefantes de lo práctico, porque de la pintura solo viven algunos privilegiados, las hermanas Dabrowska, con el apoyo de sus padres, le compran al pintor Roberto Ruiz Morante, el material de Bellas Artes que tenía cuando echa el cierre al establecimiento del ramo, que regentaba en la popular calle de Villavieja.
De este modo las Dabrowska se hacen comerciantes e instalan su negocio en los bajos del apartotel familiar, frente a la Iglesia de Santa María. Maryla entonces, se encuentra a sus anchas al disponer de todo el material que necesita para seguir pintando y lo que es más importante para ella: por su establecimiento pasan y a ratos se quedan de tertulia entre ellos, Xavier Soler, Gastón Castello, Oti, Ruiz Morante y toda la corte celestial de la Pintura alicantina de principios de los ochenta. Tertulias que a veces se acaloran y acaban, en discusiones técnicas contrapuestas, que le sirven a nuestra Maryla para adentrarse y conocer el quisquilloso mundillo del Arte y los artistas, entre los que las Dabrowskas se hacen muy populares. Yo, que entre algunas veces a su establecimiento para comprar, tengo que confesar y confieso, que lo que más me atraía del mismo era el ver a las, para mí, enigmáticas hermanas Dabrowska, cuyo apellido y su rubia fisonomía, fruto del cruce racial de polaco y valenciana, tenían un exotismo atrayente. Especialmente Maryla, de la que ya sabía su condición de pintora emergente, y para mí, que entonces me iniciaba, tenía un doble encanto.
Con altibajos y por etapas ,en función de sus vicisitudes existenciales, Maryla en dos décadas ( de los ochenta al dos mil) a la vez que forma una numerosa familia (tres hijas y un hijo que vale por dos) se va transformando de dibujante en pintora y engordando un curriculum expositivo cercano a las treinta individuales y a las cien colectivas.
Algún año, (dos mil tres, por ejemplo), hace tres individuales y participa en quince colectivas. Los lugares en los que ha mostrado su obra, se ubican en cuatro de los cinco continentes y pasan por casi todas las grandes capitales emblemáticas del Arte y de la Cultura mundiales. Ciertamente, la fiebre expositiva de Maryla es concordante con su ritmo vital, del que luego hablare.
Después de esta extensa pero somera descripción de lo que su impresionante curriculum refleja, tenemos que hacernos la pregunta del millón: ¿Que ha logrado nuestra Dabrowska pintora en su hiperactividad artística de casi tres décadas?
La respuesta nos viene dada también, en el minucioso relato de su curriculum: selecciones, diplomas, menciones, concursos y premios,- cuyo testimonio documental grafico cuelgan como blasones de su nobleza artística en las paredes de su estudio-, jalonan una carrera que por la madura juventud de Maryla, podemos decir que esta casi en sus comienzos.
Ha efectuado ilustraciones para libros; las publicaciones en las que su nombre figura, son numerosas; los lugares museísticos en los que cuelgan sus obras, son abundantes y de prestigio. En fin, que nuestra Maryla se ha movido como pez en el agua por el tortuoso mundo de la pintura.
De lo logrado en la cuestión crematística, no sé nada, ni tampoco quiero romper con algo tan prosaico la poesía del Arte por el Arte, que a la postre, es lo que verdaderamente le importa al artista que de verdad lo es.
Cuando hace unos días, fui a visitar a Maryla en lo alto de la montaña donde se ubica el castillo encantado donde vive con su numerosa familia, el viento soplaba con fuerza. Al bajarme del coche, una ráfaga casi me lleva en volandas y metió en mis ojos casi una cantera de piedras. Su perro me recibió con el fiero gruñido que los canes reservan a los que les tenemos miedo, quizás porque su olfato les dice aquello de “el que la debe la teme”. Y como yo no le debía nada al perro, ella lo encerró y después de una simpática bienvenida y de mostrarme alguno de los cuadros que cuelgan en las paredes de su magnífica casa, bajamos al estudio.
No sé si por efecto del viento, que en tierra suele alterarme y además casi me había cegado, o porque la noche anterior había dormido poco, o porque quede impresionado ante un estudio fiel reflejo de lo que siempre había soñado para mi, el caso es, que durante un rato estuve como obnubilado y como flotando en un mundo irreal, en el que una mujer encantadora y vital, me iba mostrando un cuadro tras de otro, a la vez que me relataba el proceso técnico de su elaboración. Bodegones, paisajes y alguna figura que otra, pasaban sin solución de continuidad ante mis aturdidos ojos. Pequeños y medianos formatos; gigantescos adosados de tres o cuatro metros; una serie de formatos inverosímiles por su extremada altura o anchura y hasta un gigantesco biombo acordoneado, eran sacados de los rincones y de las paredes donde se apoyaban, por un torbellino de mujer a la que aun le sobraban fuerzas para hacerme –ante mi admiración por su vitalidad- un par de flexiones demostrativas.
Luego nos sentamos para hablar de su vida, de su pintura y de los maestros que mas le habían influido. Puse en marcha la grabadora -que ese día estrenaba- para ahorrarme los ligeros apuntes que suelo tomar en estas visitas preliminares, con las que pretendo conocer más a fondo, a quien pasa por este taller de MIRAR UN CUADRO. Y comenzó la sesión.
Preguntar no pregunte mucho. No hizo falta. Maryla me conto algo sobre su vida y casi todo sobre sus preferencias; sobre su cocina experimental que en nada tiene que envidiar a la de Ferrán Adria y hasta me hizo una demostración de cómo elabora los cuadros táctiles para invidentes. En fin una gozada en la que mi ingenio interrogador brillo por su ausencia, ante el inteligente torrente verbal de mi anfitriona. Lamentablemente toda esa información la borre cuando en mi inexperiencia le di a alguna tecla de la grabadora que no debía. Eso que ganáis, porque si no esta historia iría para rato.
Pero aun no acabo, porque los registros de Maryla son muchos, y aunque no los voy a tocar todos, tengo algo más que decir.
Mal que bien, entre lo que me mostro (los cuadros, claro está) y lo que me dijo, fui captando algo del proceso de su pintura hasta llegar a la obra actual que le caracteriza: arcadas y puertas que se alzan y se abren para darnos entrada al mundo de los sueños. Sueños gotico-barrocos, adornados de oro bizantino, en los que, quizás inscocientemente, siempre parece estar presente la portada de Santa María. Portada que durante años, fue el cuadro que la dulce y espiritual Maryla tuvo ante sus ojos desde su establecimiento de artículos de Bellas Artes, mientras soñaba y laboraba para ser una gran pintora.
Para llegar a ello, Maryla hizo un viaje iniciático, en compañía de Goya y Pinazo, que tampoco son malas compañías. Por el camino se encontró con otros pintores y de cada uno de ellos saco el extracto esencial, que le sirvió para cimentar su propio estilo. El estilo nace de las influencias de otros, pasadas por la técnica y la personalidad propia. Ya lo he dicho muchas veces: nadie es enteramente original; nadie surge de la nada; nadie inventa nada en pintura, solo recrea lo que otros, en cadena, hicieron en la Historia de la Pintura.
No voy a hacer un estudio de la pintura de Dabrowska. Otros lo han hecho mejor de lo que yo podría hacerlo. Solo decir que su pintura actual, a mi entender, entronca con los gustos y el colorido de los pintores arabistas decimonónicos españoles, entre los que Fortuny es el mayor referente. Sin embargo, tengo que decir que ella con su hábil “cocina” le da unos toques de modernidad, en la que los cantos de las tablas superpuestas y los relieves que con ello se originan, producen un efecto tridimensional y a la vez gran profundidad. Maryla es simbolista en el color y en el mensaje, pero barroca en la composición. En el lugar preferente de su estudio, cuelga y eso la delata, una composición de adosados de cuatro piezas, con un tamaño, en conjunto, cercano a los nueve metros cuadrados. En ella, nuestra pintora, hace un alarde por acumulación, de su barroquismo. Durante su realización, no premeditada, fue añadiendo objetos hasta que el cuadro quedo saturado y, milagrosamente, resulta equilibrado de masas y color. En ese cuadro, más que en ninguno de los cincuenta o más, que me mostro, vi reflejada la personalidad de Maryla: energía vital desbordante, cuyo motor es una espiritualidad, no sé si laica o religiosa, que envuelve su exquisita y aparente frágil envoltura física, con una aureola de santidad seglar.
Porque yo veo en nuestra Dabrowsca persona, a alguien que podría decir como Terencio: “nada humano me es ajeno”. A ella la encontremos siempre, donde haya que paliar una injusticia; donde haya alguien que necesite una sonrisa estimulante; donde haya que darle la mano amiga al que no sabe, no tiene, no ve , o no puede. Algo que día a día pone en práctica en su propia familia, con el sacrificio y el gozo de ese niño suyo, que dije vale por dos y que por eso necesita y recibe el doble.
Y como creo que me he pasado varios pueblos, tengo que cortar. No porque considere que mi visión de Maryla Dabrowsca está cerrada. Ella daría para infinitamente más, pero no quiero que el perro de Maryla tenga razones para morderme.
Muchas gracias y escuchemos lo que Maryla nos quiera decir.
Carlos Bermejo
Alicante, 11 de Febrero de 2009.