ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Estos días estamos viendo gestos de generosidad e incluso de heroísmo

Tiempo recobrado

Las campanas doblan por ti

Quedemos con la lección de que no somos dioses

Pedro García Cuartango Actualizado:

No hay palabras para explicar el dolor de las familias ni lo que hay detrás de las cifras: 462 muertos en tan sólo 24 horas. El 87%, mayores de 70 años. El contagio del virus avanza implacable pese a todos los esfuerzos por detenerlo.

El poeta isabelino John Donne escribió en 1624 unos versos que hoy es necesario recordar: «Nadie es una isla, cada hombre es una parte de un continente». Y luego prosigue: «La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad. Por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti».

Estoy aislado en una habitación llena de libros y de discos. Pero mi confinamiento, que en los primeros días me pareció agradable, se ha convertido en un tormento. La devastación que nos rodea a todos es insoportable. Envidio a la gente que hace algo por los demás.
Cuando se hicieron públicos los primeros casos, yo estaba convencido de que el contagio afectaría a una pequeña parte de la población y que nuestro sistema sanitario nos protegería del virus. Pero no ha sido así. Yo mismo he pasado el coronavirus hace una semana.

Lo que veo a mi alrededor son amigos, compañeros, gente a la que he conocido que está siendo diezmada por la pandemia. Nadie está a salvo, ningún avance científico nos puede proteger de este enemigo invisible. Y ni siquiera sabemos si hemos contribuido a transmitírselo a otras personas a las que ni siquiera conocemos.

Y mientras eso sucede, observo desde mi confinamiento cómo el cainismo hace estragos. No hay que echar más que un vistazo a las redes sociales para constatar la absurda búsqueda de culpables en función del sesgo ideológico. Resulta tan temerario como si una liebre se detuviera cuando es perseguida por una jauría para dilucidar si son galgos o podencos.

Pero junto a ello también estos días estamos viendo gestos de generosidad e incluso de heroísmo en el personal sanitario, en los transportistas, en las cajeras de los supermercados y en los militares y Fuerzas de Seguridad del Estado. Sería injusto que esos sacrificios personales cayeran en el olvido y que la sociedad española no reconociera lo que están haciendo tan pocos por tantos.
Esta crisis debería obligarnos a revisar nuestro modo de vida, a reflexionar sobre nuestro modelo de desarrollo y a darnos cuenta de la importancia de los servicios públicos como la sanidad y la educación, en los que no podemos dejar de invertir.

Son ideas obvias, demasiado obvias, pero es necesario recordarlas. Volviendo a Donne, nadie se puede salvar por sí mismo. Y todos hemos contraído una deuda que jamás saldaremos con las personas que están en primera línea de batalla contra el coronavirus.

Y, por último, esta peste nos devuelve la conciencia de la fragilidad del ser humano y de su profunda insignificancia frente a fuerzas de la Naturaleza que no controlamos. Quedemos con la lección de que no somos dioses y que nunca lo seremos.
Pedro García CuartangoPedro García CuartangoArticulista de Opinión