ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

viernes, 20 de marzo de 2020

Municipios alicantinos que desaparecerán

Una quincena de municipios de la provincia se enfrentan al riesgo de quedarse vacíos o con un número mínimo de habitantes a medio plazo por la ausencia de nacimientos. Estas localidades no sumaron ningún vecino nuevo de forma natural en 2018, según los datos que recientemente hizo públicos el Instituto Nacional de Estadística (INE). A ellas, además, podrían sumarse otras 25 en las que a lo largo de la última década ha habido al menos un año que terminó sin que naciera un solo niño. Así, un total de 40 poblaciones se ven afectadas en mayor o menor medida.
Esta falta de nacimientos ha sido puntual en algunas localidades durante la última década, pero en otras la llegada al mundo de una persona ha sido algo excepcional a lo largo de este tiempo. Incluso hay municipios en los que esta situación viene de largo, como en Quatretondeta, donde el último nacimiento hasta la fecha fue en 2005, y en Famorca, donde hay que remontarse hasta 1996 para encontrar este fenómeno demográfico. La ausencia de natalicios también es preocupante en Benimassot y la Vall d’Ebo, donde a lo largo de este tiempo sólo en el año 2013 se produjo alguno. Almudaina, Benifato, Fageca y Tollos son otras localidades donde no ha nacido nadie al menos desde 2015, al igual que l’Atzúbia, algo que a priori llama la atención por ser una población sensiblemente mayor que las anteriores, y donde el envejecimiento puede ser la principal explicación.
La ubicación de estos municipios muestra cómo la falta de natalidad, al igual que el envejecimiento demográfico –ligado de manera directa al fenómeno anterior– y la despoblación en general, se concentra en áreas muy específicas de las comarcas de El Comtat y la Marina Baixa como los valles de Seta y Guadalest, así como en la parte más occidental y montañosa de la Marina Alta. En las localidades afectadas, donde el problema es muy visible en el día a día por la ausencia de escuela, de niños y casi de población joven en conjunto, los datos se reciben con pesimismo pero no con resignación, sino que son una nueva espoleta para la exigencia a las administraciones superiores de políticas que, si no revertir, puedan al menos paliar la pérdida progresiva de habitantes.

1996

Año del último nacimiento hasta la fecha en Famorca
Hace ya 23 años que el municipio más pequeño de la provincia no recibe la llegada de un recién nacido, aunque después se ha establecido allí una familia con un niño.
El alcalde de Quatretondeta, Francisco Picazo, comienza con un irónico «la perspectiva es impresionante» al ser preguntado por esta cuestión, para a continuación recordar, más serio, que «la despoblación viene originada porque las personas jóvenes no tienen trabajo», por lo que «la solución es que lo tengan». Coincide con sus homólogos de Famorca y Benifato, Vicente Ruiz y David Blanes, respectivamente; el primero lo señala como un elemento «fundamental», mientras que el segundo incide en que «tenemos medios para poder ofrecer una casa a una familia con niños; el problema es que después, con el trabajo, ¿qué hacemos?» La escuela de Benifato ha dejado de funcionar este curso, aunque no está formalmente cerrada y podrían reanudarse las clases en ella si volviera a haber un mínimo de alumnos en un plazo prudencial. No es tarea fácil, eso sí; en la Vall d’Ebo y El Castell de Guadalest llevan varios años en idéntica situación. Con todo, es mucho menos probable ver de nuevo escolares en Quatretondeta, donde el colegio cerró en la década de 1990 y el edificio alberga ahora la sede de la asociación local de la tercera edad. En Famorca hay que remontarse mucho más atrás aún en el tiempo para recordar la escuela abierta.
En Famorca todos coinciden en que la falta de natalidad «no tiene fácil solución». El último padrón oficial cifra en 47 los habitantes, aunque los residentes reales en esta época del año son apenas 30. Entre ellos hay un solo niño -cuya familia se ha establecido en el pueblo después de nacer él-, pero pese a todo el pasado 5 de enero se celebró una Cabalgata de Reyes Magos. «Si dejamos de hacerla un año, ya se ha perdido», sentencia el alcalde. La cita supuso todo un acontecimiento, al igual que una comida popular el 31 de diciembre. La cohesión entre los vecinos se evidencia, pero también la desazón ante las perspectivas demográficas.
Luisa Font, que vive a caballo entre Famorca y Sevilla, cuenta que «es triste», porque «vienes y no ves a nadie». Destaca la tranquilidad del pueblo y no duda en «aconsejar a todos los jubilados que se vayan a vivir a uno», si bien recuerda que «el problema es que la gente mayor no tenemos niños». Esta vecina recalca, además, que la despoblación es un fenómeno que «viene de atrás», por lo que lamenta que las administraciones no tomaran medidas para prevenirla antes. Por su parte, Federico Vidal comenta que «ni nacen niños, ni nacerán», y que «mal arreglo tiene cuando el campo no da». En este sentido, Vicente Ruiz -padre del primer edil, del mismo nombre- apostilla: «Están abandonándonos. Aparte de lo que nos han hecho con la xylella [el arranque masivo de almendros], este año han pagado las aceitunas a 20 céntimos el kilo. Mucha gente las ha cogido sólo por tener aceite», porque a ese precio ha sido del todo inviable vender la producción.
Para el primer edil de Famorca, una posible salida profesional en la zona sería el mantenimiento de espacios naturales y la gestión de recursos forestales. «Con la ayuda de otras administraciones lo podríamos hacer». Por su parte, el alcalde de Quatretondeta cree que «hay que ir más allá de lo que hemos hecho tradicionalmente en agricultura», con aceites de más calidad y nuevos cultivos como los lúpulos, y también fomentar la posibilidad del teletrabajo, aprovechando que han instalado fibra óptica en el municipio. No obstante, considera que «el turismo también tiene mucho que decir» en este aspecto. Ambos municipios, junto con los otros cinco de la Vall de Seta, han comenzado a trabajar recientemente en la elaboración de un plan conjunto para impulsar el ecoturismo.
Por su parte, el primer edil de Benifato alude a la necesidad de «pequeños gestos» desde las administraciones, como mejoras en el transporte público, que favoreciera la posibilidad de vivir en el pueblo y trabajar fuera, y ayudas para la creación y mantenimiento de una guardería que evitara que los pocos niños de Benifato no se escolarizaran fuera. Eso sí, David Blanes recalca que, por encima de todo, «los pueblos requieren de sensibilidad, que los escuchen y se sepa qué necesitan», y para eso «es fundamental que los políticos vayan a un sitio y lo vean». Coincide plenamente con Francisco Picazo, que critica que «todo el mundo habla de despoblación pero nadie viene a vernos a ver qué demandamos». También Vicente Ruiz insiste en que «el problema se debe estudiar de raíz, no desde un despacho, donde no se ve la realidad de lo que hay».
El director en la Universidad de Alicante (UA) de la Cátedra Avant contra la despoblación, Antonio Martínez Puche, coincide con estos puntos de vista. «Hay que ir al contexto local, muy al detalle, ver cuáles son las necesidades reales de un territorio. No se trata tanto de grandes titulares, sino de ver detenidamente qué pasa» y actuar en consecuencia. Una de las actividades que se baraja es la realización de un curso de verano, que permita a académicos y profesionales acercarse a esta realidad y aportar posibles soluciones. «El turismo puede ser una salida, pero debe estar en consonancia con otras actividades vinculadas a la gestión del territorio».

«Hablan mucho de la España vaciada, pero llegan tarde»

Rolando Pérez, en su bar de Quatretondeta.
Los tres últimos nacidos en Quatretondeta –aunque no los vecinos más jóvenes, al haber llegado después dos familias con hijos más pequeños– son tres hermanos de 20, 17 y 14 años. Su padre, Rolando Pérez, que hace unas semanas explicaba a este periódico su experiencia al frente del único bar de propiedad privada que queda en la Vall de Seta, se muestra muy pesimista acerca del futuro del municipio. «Cuando algo está muerto es imposible recuperarlo; el turismo podrá hacer algo, pero no creo que sea suficiente». Lamenta que las administraciones más grandes hayan vivido siempre de espaldas al medio rural, aunque ahora el tema esté en boca de todos. «Hablan mucho de la España vaciada, pero llegan tarde, al menos a esta zona», afirma, y añade: «No hay servicios, ¿cómo va a venir nadie? Pero si no hay gente, tampoco hay servicios». Reivindica su preferencia por vivir en un pueblo, aunque admite que «es complicado». Prueba de ello, dice, es que «con la crisis económica nadie volvió aunque lo estuviera pasando mal en localidades más grandes.